Homilías
7 de Agosto DOMINGO 19 ANUAL
ESTAD PREPARADOS por Juan Vicente Catret S.J., desde Tokyo, Japón.
Creo que fue el poeta francés Verlaine (1844-1896) quien en un viaje a España, al ver en una estación de tren el letrero de:“Sala de Esperaâ€, uniendo espera con esperanza, dijo: qué maravilla que aquà se espere con esperanza...o algo asÃ. Y me gusta recordar ese dicho, porque este domingo el Señor nos invita a estar: preparados a su Venida con esperanza sobre todo. Las dos primeras lecturas bÃblicas también se pueden gustar en este sentido. En la primera, tomada del libro de la SabidurÃa, se nos dice de Abrahán y todos nuestros antepasados en la fe: “Aquella noche se les anunció de antemano a nuestros padres para que tuvieran ánimo al conocer con certeza la promesa de qe se fiabanâ€... Y en la segunda lectura, de la carta a los Hebreos, también se nos dice: “la fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se veâ€... Y en el evangelio, Jesús que nos llama “pequeño rebañoâ€, nos dice luego: no temas...haceos un tesoro inagotable en el cielo...porque donde está vuestro tesoro allà estará también vuestro corazónâ€...Y concluye con la parábola del administrador fiel, antes de la cual parece resumirla en esa lapidaria frase: “Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la bodaâ€... Todas estas palabras bÃblicas nos animan hoy a esa “espera vigilante, con esperanza†que es como un mirar siempre hacia delante, cuyas notas son: 1ª. Mentalidad de peregrinos. Con la cintura ceñida, con pocas cosas para el viaje, desprendidos de lo material, usar de las cosas tanto cuanto nos ayudan al fin para el que hemos sido creados, nos aconseja S. Ignacio de Loyola. 2ª. Consciencia de los peligros, pero enfrentados sin temor, porque Jesús camina con nosotros. 3ª. Fidelidad a las promesas hechas al Señor. Con el corazón puesto en el tesoro de la fe, de la esperanza, del amor a Dios y al prójimo, a la expectativa del Reino de los Cielos, obedeciendo responsablemente siempre a nuestro querido Amo Jesús. El Beato Cardenal Newman, en una de sus homilÃas dijo: “Nuestro Señor volverá de modo más impreviso aún en su segunda venida, sorprenderá a los hombres, pues no ha dicho nada sobre el espacio de tiempo que media antes de su vuelta, y nos encomienda la vigilancia y la guarda de la fe y del amor. No debemos solo creer, sino velar; no solo amar, sino velar; no solo obedecer, sino velar. ¿Velar para qué? Para el gran acontecimiento de la venida de Cristo. Nos parece un deber particular esta invitación a velar, no solo creer, temer, amar y obedecer, sino también velar; velar por Cristo, velar con Cristoâ€. Concluyo con la poesÃa por libre, pero muy bonita de MarÃa Victoria Triviño que es una religiosa franciscana actual y se titula: A Tà SOLO YO ESPERO Los mensajeros no saben... Él es Palabra que el Padre dice en eterno silencio... Yo bien sé que tú callas porque sabes – qué sé – que ningún mensajero sabrá nunca decirme lo que quiero. Siguen viniedo lunas que fecundan las flores. Los niños cogen frutas... – tu murmullo en sus voces –, ¡oh Hermosura! Mas ningún mensajero sabe nunca decirme lo que anhelo. Que toda criatura es tan sólo una huella. No sacian sus encantos, son... como pajaricos ¡y se vuelan! Y ningún mensajero sabrá jamás decirme lo que espero. Te seguiré esperando en la quietud del lago. ¡Solo tú! En el collado, arriba en la montaña y en el llano. Y vendrás, Mensajero, del eterno silencio que deseo. Yo bien sé que tú callas porque sabes – que sé – que de ti solo espero la palabra del Padre que yo quiero. j.v.c.
Las dos primeras lecturas bíblicas también se pueden gustar en este sentido.
En la primera, tomada del libro de la Sabiduría, se nos dice de Abrahán y todos nuestros antepasados en la fe: “Aquella noche se les anunció de antemano a nuestros padres para que tuvieran ánimo al conocer con certeza la promesa de qe se fiaban”...
Y en la segunda lectura, de la carta a los Hebreos, también se nos dice: “la fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve”...
Y en el evangelio, Jesús que nos llama “pequeño rebaño”, nos dice luego: no temas...haceos un tesoro inagotable en el cielo...porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón”...Y concluye con la parábola del administrador fiel, antes de la cual parece resumirla en esa lapidaria frase: “Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda”...
Todas estas palabras bíblicas nos animan hoy a esa “espera vigilante, con esperanza” que es como un mirar siempre hacia delante, cuyas notas son:
1ª. Mentalidad de peregrinos. Con la cintura ceñida, con pocas cosas para el viaje, desprendidos de lo material, usar de las cosas tanto cuanto nos ayudan al fin para el que hemos sido creados, nos aconseja S. Ignacio de Loyola.
2ª. Consciencia de los peligros, pero enfrentados sin temor, porque Jesús camina con nosotros.
3ª. Fidelidad a las promesas hechas al Señor. Con el corazón puesto en el tesoro de la fe, de la esperanza, del amor a Dios y al prójimo, a la expectativa del Reino de los Cielos, obedeciendo responsablemente siempre a nuestro querido Amo Jesús.
El Beato Cardenal Newman, en una de sus homilías dijo:
“Nuestro Señor volverá de modo más impreviso aún en su segunda venida, sorprenderá a los hombres, pues no ha dicho nada sobre el espacio de tiempo que media antes de su vuelta, y nos encomienda la vigilancia y la guarda de la fe y del amor. No debemos solo creer, sino velar; no solo amar, sino velar; no solo obedecer, sino velar. ¿Velar para qué? Para el gran acontecimiento de la venida de Cristo. Nos parece un deber particular esta invitación a velar, no solo creer, temer, amar y obedecer, sino también velar; velar por Cristo, velar con Cristo”.
Concluyo con la poesía por libre, pero muy bonita de María Victoria Triviño
que es una religiosa franciscana actual y se titula:
A TÍ SOLO YO ESPERO
Los mensajeros no saben...
Él es Palabra que el Padre dice en eterno silencio...
Yo bien sé que tú callas porque sabes – qué sé –
que ningún mensajero sabrá nunca decirme
lo que quiero.
Siguen viniedo lunas que fecundan las flores.
Los niños cogen frutas... – tu murmullo en sus voces –,
¡oh Hermosura!
Mas ningún mensajero sabe nunca decirme
lo que anhelo.
Que toda criatura es tan sólo una huella.
No sacian sus encantos, son... como pajaricos ¡y se vuelan!
Y ningún mensajero sabrá jamás decirme
lo que espero.
Te seguiré esperando en la quietud del lago.
¡Solo tú! En el collado, arriba en la montaña y en el llano.
Y vendrás, Mensajero, del eterno silencio
que deseo.
Yo bien sé que tú callas porque sabes – que sé –
que de ti solo espero la palabra del Padre
que yo quiero.
j.v.c.
29 DE DICIEMBRE: SAGRADA FAMILIA
MODELO DE LA FAMILIA DE NAZARET
Ofrecemos la homilÃa que años atrás nos envió nuestro amigo Juan Vicente Catret SJ (QEPD)