Homilías

SENTIR Y GUSTAR

Escrituras que conmueven

Comentario a las lecturas bíblicas del Tercer Domingo del Año Litúrgico – 250126 Nehemías 8; Salmo 18; 1 Corintios 12; Lucas 1

 

            La Biblia se puede leer de distintas maneras: Una manera puede ser ESTUDIÁNDOLA para saber de qué se tratan cada uno de sus 73 libros. Este estudio puede tardar varios años, incluso toda la vida, siempre descubriendo nuevas tesoros. Otra manera de leer la Biblia es elegir un trozo, detenerse en él y tratar de sacar una enseñanza para la vida. Parecida a esta forma es la que hoy queremos utilizar.

 

Vamos a tomar dos o tres trozos. Se trata de pasar de la mente al corazón: sentir y gustar. Dejarnos conmover.

 

Ideas y sentimientos son dos cosas distintas. Sin descartar las primeras, hoy quisiéramos poner una especial atención a los segundos: los sentimientos.

          

Al leer o escuchar la primera lectura bíblica de hoy, uno se impresiona al ver la emoción de un pueblo. ¿Qué les ha pasado? Después de largos años de exilio en tierra extranjera, de regreso a la patria de sus antepasados, han llegado frente a las ruinas de lo que fue su venerado templo de Jerusalén. Podemos imaginar el cúmulo de emociones, especialmente de los mayores. Entre los escombros, los sacerdotes han encontrado los viejos libros con las Sagradas Escrituras y se las presentan al pueblo. Podemos imaginar la emoción colectiva del pueblo y pensamos qué habríamos sentido nosotros en un momento semejante.

 

  Luego se disponen a dar lectura y proclamar solemnemente esas palabras sagradas que los más ancianos habían procurado guardar en sus memorias para trasmitirlas verbalmente a las nuevas generaciones. “Todo el pueblo lloraba al oír las palabras de la Ley”.

 

 

            El hallazgo de esos viejos libros fue motivo de llanto y regocijo popular. Sentían que Dios había vuelto a estar con ellos. Dios los bendecía. Dios los amaba. Dios les estaba hablando. 

 

 

Escuchar o leer este primer trozo bíblico de hoy, a nosotros también nos conmueve. Nos hace compartir las emociones de ese pueblo que siente que Dios no los ha abandonado. También nosotros nos hemos alejado de Dios, pero Él nos ha seguido amando y bendiciendo.

 

(Pausa de silencio)

 

 

            El trozo del Evangelio de hoy nos mueve a compartir la emoción del propio Jesús. Él, como verdadero israelita, desde niño ha aprendido a venerar las Sagradas Escrituras. En ese momento, en la sinagoga de su propia aldea, le ha tocado leer en público un texto del profeta Isaías.

 

Textualmente dice así: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. Estas palabras hacen referencia exacta a la propia misión de Jesús.

 

            ¿Qué pudo haber sentido Jesús, al darse cuenta que esa vieja escritura, varias veces centenaria, estaba hablando directamente de Él? Y luego, cuando les dice a los que lo están escuchando “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír” ¿Qué habrán sentido y cómo habrán reaccionado los nazarenos? ¿Qué sentiríamos nosotros si en un libro muy antiguo leyéramos lo que nos está sucediendo justamente en este momento?

 

            Detengámonos un momento, contemplemos la escena y tratemos de ponernos en la mente o en el corazón de esos israelitas que volvieron a Jerusalén o de esos nazarenos que escucharon a Jesús, o del propio Jesús al leer a Isaías.

 

            (Pausa de silencio)

 

En el salmo responsorial de hoy hemos repetido: “Tus palabras, Señor, son Espíritu y Vida”. Así vale la pena leer las Escrituras. Así vale la pena leer la Biblia. No se trata de “tragar” muchos capítulos. Se trata de sentir y gustar. Tomamos un trozo y lo vamos leyendo lentamente, sin apuro, y nos detenemos cuando una frase o un párrafo nos está “interpelando” o llamando la atención. Allí nos detenemos y nos dejamos “conmover”. ¿Qué nos querrá decir el Señor en este momento? Ponemos atención y escuchamos la voz de Dios. Tal vez sea el momento de iniciar un pequeño diálogo con Dios.

 

Terminemos la reflexión de hoy poniendo nuestra mirada en el trozo de San Pablo a los corintios. Se explaya en el tema del que ya nos hablaba el domingo pasado: los carismas o la diversidad de dones con que el Espíritu fecunda a la Iglesia. No nos vamos a detener en los detalles porque cada uno de ellos puede ser materia para meditar, orar o reflexionar largo rato. Con una mirada de síntesis, nos dejamos conmover por la abundante generosidad de Dios que a través de tan diferentes dones nos quiere unidos en el amor.

 

Guardemos la hojita con las lecturas bíblicas y dentro de la semana releamos el trozo de san Pablo (en Primera Corintios, 2) y detengámonos en los dones o carismas que el Señor nos ha regalado personalmente. Démosle las gracias y prometámosle que vamos a cultivar esos carismas y hacerlos dar muchos frutos.

  1. ¿He intentado detenerme en algún trozo bíblico tratando de “sentir” lo que Dios me quiere decir?
  2. ¿Estoy buscando la voluntad de Dios con sinceridad?


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Comentario a las lecturas bíblicas del Tercer Domingo del Año Litúrgico – 250126 Nehemías 8; Salmo 18; 1 Corintios 12; Lucas 1