Homilías

UNO MÃS UNA IGUAL ENE

Comentario a los textos bíblicos del Segundo Domingo del Tiempo Ordinario 250119

¿SABES QUIÉN ES EL QUE MÃS GOZA EN LAS FIESTAS DE BODAS? ¡DIOS!

UNO MÁS UNA IGUAL ENE

Comentario a los textos bíblicos del Segundo Domingo del Tiempo Ordinario   250119

Isaías 62, Salmo 95, 1 Corintios 12, Juan 2.

 

¿Sabes quién es el que más goza en las bodas? ¡DIOS!

 

En los trozos bíblicos de este segundo domingo del tiempo ordinario, Dios se nos presenta complacido y complaciente en un tono de gozo al mismo tiempo natural y trascendente, en la FIGURA NUPCIAL de unas BODAS.

 

Partamos de lo más natural y terrenal: el amor humano del hombre (UNO) y la mujer (UNA) que deciden unir sus vidas y formar familia (ENE), celebrando en comunidad esta preciosa realidad: son las BODAS… ¡y SON UNA FIESTA! El episodio nos sitúa en Caná, un pueblo chico en la región campesina de Galilea. Es justamente en esta fiesta donde Dios se hace presente como invitado en la persona de Jesucristo, junto con María, su Madre y sus discípulos. El encargado de la fiesta no calculó que iban a llegar tantos invitados. La Providencia de Dios se encarga de convertir un eventual bochorno por la falta de vino, en un estallido de ALEGRÍA (ENE) por la abundancia de éste. ¿Acaso no es el vino un motivo de alegría no sólo para los recién casados sino para todos los participantes de la fiesta?… También lo es para millones de personas de todo el mundo, de todos los tiempos.

 

Así fue, pues. El ojo atento de María descubre que los invitados, muy entusiasmados, están acabando el vino. Prevé el bochorno del novio y del mayordomo y recurre a su Hijo. Jesús no tenía previsto venir a la fiesta para hacer un milagro, pero ante la mirada de su Madre, tuvo que cambiar su programa. Jesús intuyó que su Padre celestial estaría complacido de ver alegres a todos sus hijos.

 

Esta fue la fiesta de las Bodas de Caná que escuchamos en el trozo del evangelio de hoy. Fueron verdaderamente unas BODAS DE ALEGRÍA. Los causantes de este alboroto: Jesús, por la intercesión de María.

 

Retrocedamos unos seiscientos años en la historia y lleguemos al profeta Isaías que hoy escuchamos en la primera lectura. El pueblo israelita, el pueblo elegido que se ha apartado de Dios y ha padecido un doloroso destierro, arrepentido añora volver a su tierra, a su Jerusalén, a su Templo. El profeta lo consuela, lo anima y promete el total perdón de Dios. Valiéndose de una imagen nupcial, de una imagen de bodas, le presenta a DIOS como el esposo y al pueblo como la esposa perdonada, redimida, purificada y regocijada.

 

Es interesante observar que la imagen nupcial utilizada por Isaías, poniendo a Dios como esposo y al pueblo como la esposa, la misma imagen nupcial la usa San Pablo poniendo a Cristo-Dios como el esposo (UNO) y a la Iglesia como su esposa (UNA). En la segunda lectura de hoy vemos a la Iglesia fecundada por el Espíritu de Cristo-Dios. De ella brota una diversidad de carismas (ENE) derramados sobre sus hijos. Se trata de una BODA FECUNDA que llena de ALEGRÍA y regocijo a la Madre-Iglesia.

 

No podemos dudar de lo que Dios quiere y espera de nosotros aquí y ahora. Dios es un Dios de AMOR, de VIDA, de ALEGRÍA. Él quiere que vivamos en AMOR y en ALEGRÍA FECUNDA… Dios quiere que siga la VIDA; a nosotros, los humanos, nos corresponde dar cumplimiento a este designio de Dios. 

 

¿Es esto lo observamos en nuestra realidad actual? ¿Estamos abiertos al AMOR para dar más VIDA? ¿Valoramos la FAMILIA y procuramos crear espíritu de familia a nuestro alrededor?  ¿Procuramos inculcar en los niños la sencilla alegría del juego compartido? ¿Sabemos gozar con las risas y la alegría de los niños? Nuestros jóvenes, ¿No habrán dejado de soñar en el AMOR, demasiado atentos en los vaivenes de la economía o preocupados de bienes materiales transitorios? ¿Nos da miedo dar niños al mundo por temor a no poder darles lo que nos habría gustado darles?

 

Los fracasos del pasado nos pesan. Los fracasos del presente nos duelen y nos da miedo mirar el futuro. Hemos dejado de soñar. Estamos como el pueblo de Israel en el destierro, dos mil seiscientos años atrás. Necesitamos un profeta Isaías que nos consuele y nos dé ánimo, sabiendo que Dios no nos abandonará. Releamos a Isaías y preguntémonos con valentía: ¿No podemos hacer nada?

 

  1. ¿Estoy tratando de recuperar la confianza en Dios, en los demás y en mí mismo?
  2. ¿Cómo hacer para devolver la ALEGRÍA y la CONFIANZA a nuestro alrededor?
  3. ¿Nos atrevemos a formar familia estable y fecunda en el AMOR?
  4. ¿Valoro la diversidad de carismas en la comunidad humana?


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