Homilías
3 DE ENERO: EPIFANÃA DEL SEÑOR
VER LAS ESTRELLAS - desde Tokyo por Juan Vicente Catret S.J.
Cuando nos damos un golpe y luego saldrá una moradura, decimos que hemos “visto las estrellasâ€...Hoy es también un domingo en el que estamos llamados a ver “una estrella†en singular, la estrella de Jesús, que nos mueve a esperanza, a caminar, a buscarle, porque en realidad él nos ha buscado antes a nosotros, y con su estrella nos ha dado un sentido de la vida.
Los Reyes Magos son “nómadas de la fe”, de los que tenemos que aprender la capacidad de movimiento.
Si contemplamos las tres lecturas de este domingo, veremos que en la primera del profeta Isaías, a propósito del movimiento, se nos dice que “los hijos llegan de lejos”...En la segunda lectura de S. Pablo a los Efesios, se afirma que “llegan los gentiles”...Y en la tercera, que es el evangelio de S. Mateo, podemos decir que “llegan los adoradores inesperados e imprevistos”. Y éstos ofrecen sus dones de “oro, incienso y mirra”. Aquí se nos invita a todos a ser de este último grupo y ofrecer el “oro de nuestro amor” a Jesús Rey, el “incienso de nuestra oración” a Jesús Sacerdote, y la “mirra de nuestros sacrificios y dolores” a Jesús Redentor que muere en la Cruz para redimirnos y salvarnos. Es una llamada universal, para todo el mundo, que se atreva a cruzar desiertos y ventoleras por amor a Jesucristo nuestro Señor. Y si le buscamos, es porque él nos ha buscado primero. Ya lo decía un poeta anónimo:
“Durante tres años he ido a la búsqueda de Dios, y cuando he abierto los ojos al final de mi camino, he descubierto que allí estaba él que me esperaba”.
Y con este descubrimiento de Jesús Niño con María, nuestro corazón se llenará de inmensa alegría, se verá en nuestros ojos la sonrisa de su estrella que llena de luz nuestras pupilas.
Quiero terminar con la poesía de J. Valledor titulada:
ADORACIÓN DE LOS REYES
¡Oh dulcísimo Jesús!,
muy bien venido a la tierra
seáis, para remediar
todas las dolencias nuestras.
Ojalá que los mortales,
a quien tanto amor presentas,
logren siempre agradecer
y estimar la gran fineza
de haberos humanado
y sufrir toda miseria
de esta vida, por provecho
de nuestra naturaleza.
Como a Dios, estos tres reyes
adoran y reverencian,
y vos, cándida azucena,
señora la más dichosa
del orbe, casta doncella,
que tan gran fruto nos disteis,
Virgen, Madre, clara estrella,
bendita sois entre todas
las mujeres de la tierra.
Niño, divino Señor,
que tan humano te muestras
siendo Dios omnipotente,
Señor de cielos y tierra,
encaminad nuestros pasos,
dirigid nuestras potencias,
para que a gozar lleguemos
de vos en la gloria eterna.
HIJO MUY QUERIDO
Reflexión a partir de las lecturas bÃblicas de la fiesta del Bautismo del Señor
Dios nos considera sus "hijos queridos". ¿Cómo podemos responder a tanto amor?