Homilías

MI YUGO ES SUAVE Y MI CARGA ES LIVIANA

Domingo 9 de julio 2023

La semana pasada la Liturgia quería tocar nuestro corazón estimulando en nosotros un espíritu de ACOGIDA: ACOGIENDO a nuestros prójimos, ACOGER A JESÚS; ACOGIENDO A JESÚS, ser capaces de ACOGER Y ABRAZAR SU CRUZ. ¡Abrazar su Cruz! Llegar a este extremo, puede darnos miedo.

Es razonable. Es explicable tenerle miedo al dolor: tenerle miedo a la Cruz y querer evitarla. Justamente, Jesús al ver nuestros temores, hoy quiere tranquilizarnos y derramarnos su paz en nuestro corazón, asegurándonos que  su yugo es suave y su carga es liviana. Más aún, nos invita a acudir a Él, si nos sentimos cansados o agobiados, porque Él nos aliviará.

¿Cómo entender todo esto? ¿No hay una contradicción? Jesús nos muestra el camino para resolver  estos problemas: LA MANSEDUMBRE Y HUMILDAD DEL CORAZÓN

Necesitamos desenredarnos, simplificarnos.

Veamos cómo lo simplifica el profeta Zacarías, en la primera lectura. Nos presenta un Mesías humilde y sencillo, cabalgando un burrito, venciendo a los orgullosos jinetes en briosos caballos y carros guerreros. Nos quiere decir que Dios vence a los orgullosos a través de la humildad. Es lo mismo que quiso representarnos Jesús  al entrar en un burrito a Jerusalén,  lugar donde, muriendo en una cruz y resucitando glorioso, vencería a la muerte.

Es Jesús, el manso y humilde de corazón, el que nos enseña su secreto al derramarnos su Espíritu. San Pablo, en la segunda lectura, en su carta a los romanos, nos hace entender que el Espíritu de Jesús, contra los apetitos materiales, es el que nos da la vida. Es el Espíritu el que nos hace entender esos  misterios de Dios  que los sabios y prudentes no son capaces de alcanzar.

Pidamos al Señor que nos ayude a alcanzar esa sencillez, mansedumbre y humildad del corazón. Sólo así podremos alegrarnos y gritar de júbilo incluso en medio de las mayores dificultades.

 


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