Homilías

“¿QUÉ VAMOS A ALMACENAR?†por Juan Vicente Catret SJ

31 DE JULIO : DOMINGO 18 DEL TIEMPO ORDINARIO ; SAN IGNACIO DE LOYOLA

¿DÓNDE ESTà TU TESORO?

En la primera lectura del “Eclesiastés se nos dice que todo en esta tierra es “vaciedad”. Dice el sabio: “¿Qué saca el hombre de todo su trabajo y de los afanes con que trabaja bajo el sol? De día sus dolores, penas y fatigas; de noche no descansa el corazón, También todo esto es vaciedad”.

Y en el Evangelio, Jesús presenta esa parábola del hombre rico que, por haber tenido una gran cosecha en sus campos, piensa en construir otros graneros más grandes para acumular tantos bienes. Esa misma noche el hombre rico se murió. Todo lo que había almacenado fue pura “vaciedad”. Y Jesús termina diciendo que lo importante es “almacenar cosechas y ser rico ante Dios.

San Pablo, en la segunda lectura de este día, nos dice que desgraciadamente muchos hombres almacenan “todo lo terreno que hay en vosotros: la fornicación, la impureza, la pasión, la codicia y la avaricia, que es una idolatría. No sigáis engañándoos unos a otros.” (Colosenses 1-3).

Entonces, ¿qué debemos almacenar mientras vivamos ahora?

San Ignacio de Loyola, cuando estudiaba en París junto con el que se convirtió luego en San Francisco Javier, le repetía con frecuencia: “¿De qué te sirve ahora presumiendo de que eres el mejor deportista saltando mejor que los otros, y después de conseguir tu título de doctor en Letras si luego al volver a tu castillo, construir una casa y almacenar allí toda tu ciencia y los dones que has recibido, si luego te vas a morir y todo quedará allí, si tú no has almacenado nada ante Dios?”

Javier comprendió que todo aquí se acaba y no nos llevamos a la otra vida nada terreno. ¿Qué hacer para cosechar para la vida eterna?”

Ignacio le contestó con su lema: “Vivir para alabar, respetar y servir a Dios en esta tierra, para ayudar a la salvación de otras almas y todo a mayor gloria de Dios”. Es el “Principio y Fundamento” de sus “Ejercicios Espirituales”. Hoy día también nosotros los Jesuitas celebramos el fin del “Año Ignaciano”, aniversario de la muerte de San Ignacio de Loyola.

Pablo nos dirá en otra ocasión que ese almacén de nuestro corazón tiene que estar lleno con los dones que otorga el Espíritu Santo, es decir ese “granero” del corazón lleno de fe, esperanza, caridad, ternura, generosidad y servicio de amor hacia Dios y los hombres”.

También por eso, ya antes de Ignacio y Javier, San Francisco de Asís decía que él quería almacenar aquí en la tierra. “un corazón puro y tranquilo consigo mismo y con todas las criaturas de la Naturaleza: sean montañas y bosques, flores y lirios en los campos y cantos de los pajaritos en el cielo; todo eso ante Dios, Y aquí en la tierra un corazón repleto de amor y servicio sobre todos ante los más pobres y desgraciados que nos rodean en este mundo actual de guerras, odios y muerte. Ese trabajo era su “cosecha” a lo largo de su vida, tal como nos lo presenta ese librito tan hermoso de las “florecillas” sobre la vida de San Francisco y en sus Cantos sobre “el hermano sol, el fuego y el viento; las hermanas agua pura, la tierra, las flores de tanto candor, las estrellas en el cielo, y hasta la “hermana muerte” que le abra la puerta al cielo; por eso Francisco canta su oración “pidiendo la paz, el poner alegría donde haya tristeza, poner paz y justicia, en una palabra el “servicio de la caridad, del amor que no es ni “eros (amor sensual), ni filia (amor de amistad) sino ágape o amor oblativo”.

San Basilio Magno en sus homilías sobre la frase de Lucas: “Destruiré mis graneros” dijo:    

SER RICO ANTE DIOS

“Ser rico ante Dios”. ¿Qué haré? ¿De qué me alimentaré? ¿Con qué me vestiré?”: También esto expresa el rico. Su corazón se aflige devorado por la zozobra. Lo que hace feliz a otros, al avaro lo consume, pues no disfruta con tener todo eso en su casa, sino que la riqueza que se derrama y desborda sus graneros le acucia el alma, no sea que algo asome afuera y dé ocasión de solaz a los indigentes. Reconoce, hombre, al Donador, Acuérdate de ti mismo; quién eres, qué bienes administras, de quién los has recibido, por qué has sido preferido a muchos otros. Has nacido servidor de un Dios bondadoso, administrador de tus conservas. No pienses que todo está destinado a tu vientre, considera lo que tienes en tus manos como ajeno. Te hará feliz poco tiempo, y después se escurrirá despareciendo, y tendrás que rendir cuenta de ello con exactitud. ¿Qué haré? Sería el momento de decir: Colmaré el alma de los que tienen hambre, abriré mis graneros y llamaré a todos los indigentes. Gritaré con voz magnánima: “Los que necesiten pan vengan a mí; cada cual tome lo que necesite como un de un manantial común, del que Dios nos otorga”.

   

Termino con el Soneto de Concepción Palacín:    

 

Dichoso el que carezca de las cosas

que Cristo en la montaña enumera.

Quien en riquezas y poder fallara

viviría en la paz las horas gozosas.  

 

La bienaventuranza es agua clara

que, discurriendo en senda pedregosa,

llega para calmar la sed penosa

de aquel que la promesa confiara.  

 

Mas hay un carecer no compensado

cual la escasez de amor, fe y esperanza.   

Hermana del vacío siempre odiado,

es para el hombre malaventuranza

y su escuela un alma en tal estado

que, debiendo volar, vuelo no alcanza.

 

j.v.c


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