Homilías

“SIN ALFORJAS†por Juan Vicente Catret SJ

3 DE JULIO: DOMINGO 14 DEL TIEMPO ORDINARIO

La liturgia de la Palabra de Dios en las lecturas que hacemos nos llaman a vivir llevando “la paz†a todos desde la familia hasta todos los que nos rodean en la vida, “sin alforjasâ€, esto es decir con la confianza puesta en Dios y no en nosotros.

“Sin alforjas”, decía San Agustín: “sed fuentes y no alforjas”; que mane desde dentro de ustedes la “paz interior”, que se derrame sobre todos los que rodean. 

¿Y qué es la paz? 
La “paz” es vivir con confianza, en servicio de amor, esperando que la gracia del Señor, que nos ha sido derramada por medio de Jesucristo en nuestro corazón se esparza por encima, por abajo, por dentro y por fuera a todas partes. 

Esa confianza ya la promete el profeta Isaías en la primera lectura: “festejen a Jerusalén, gocen con ella, todos los que la aman, alégrense de su alegría, los que por ella llevaron luto; mamarán de sus pechos y se saciarán de sus consuelos...Porque así dice el Señor: Yo haré derivar hacia ella, como un río, la paz, como un torrente de crecida... Como un niño a quien su madre consuela, así los consolaré yo...Al verlo se alegrará su corazón y sus huesos florecerán como un prado; la mano del Señor se manifestará a sus siervos” (Isaías 66, 14) 

En la segunda lectura dice a los cristianos de Galacia: 
“Dios me libre de gloriarme sino no es la cruz de nuestro Señor Jesucristo, en la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo...La paz y la misericordia de Dios vengan sobre todos...La gracia de nuestro Señor está con su espíritu, hermanos” (Gal. 6, 14-18). 

Bien lo entendió el padre Teilhard de Chardin cuando escribía:                   

Adora y confía.
 
“No te inquietes por las dificultades de la vida, por sus altibajos, por sus decepciones, por su porvenir más o menos sombrío. 
Quiere lo que Dios quiere, 
Piérdete confiado ciegamente en ese Dios que te quiere para sí y que llegará hasta ti, aunque jamás lo veas. 
Piensa que estás en sus manos, más fuertemente agarrado cuanto más decaído y triste te encuentres. 
Vive feliz, te lo suplico. Vive en paz. Que nada te altere. 
Que nada sea capaz de quitarte la paz. 
Haz que brote, y conserva siempre en tu rostro, una dulce sonrisa, reflejo de la que el Señor continuamente te dirige.   Pon en el fondo de tu alma, como fuente de energía y criterio de verdad, todo lo que te llene de la paz de Dios. 
Por eso, cuando te sientas apesadumbrado y triste, adora y confía”. 
 
 


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