Homilías

“CAMINAR SIN NOSTALGIA†por Juan Vicente Catret S.J.

DOMINGO 26 DE JUNIO: 10º DEL TIEMPO ORDINARIO

Muchas veces se ha acusado al “Cristianismo†como una religión “radicalistaâ€, absoluta e intolerable. Por otro lado, hoy día se ha pasado a una libertad y tolerancia de “indiferentismoâ€. ¿Quiénes tienen razón? ¿Los que defiende la fe cristiana como un absoluto, o los que la relativizan hasta la indiferencia?

En el evangelio de hoy se nos dan los elementos para resolver este dilema.

Que el cristianismo es radicalista lo demuestra ese imperativo de Jesús: “Sígueme”. Una llamada que no sólo se dirige a algunos privilegiados de su tiempo, sino a todos los fieles. El cristianismo es fundamentalmente una adhesión personal a Cristo. El seguimiento enamorado de Jesús es la esencia de la fe cristiana.

Yo soy el “Camino” afirma Jesús. Es el Hijo de Dios hecho hombre que va delante para que le sigamos “sin nostalgia” por el camino de la vida hasta la muerte y luego llegar al cielo. “Te seguiré adonde quiera que vayas”. Y Jesús nos ha dicho: “el que me sigue no camina en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. 

Un camino que no es fácil a veces, pero ya dijo Jesús: “Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar su cabeza”. No es una llamada para el sacerdocio o la vida religiosa tan sólo sino para todos los fieles. Seguir a Jesús en medio de esta sociedad hedonista que busca el placer, las riquezas materiales, es una llamada, una invitación que nos hace Jesús a todos los que creen en Él. Seguirle supone que habrá sacrificios como es abandonar la familia, la patria, irse a misionar por ejemplo al Japón, un desprendimiento de todas las riquezas materiales, “un camino sin nostalgia”. 

San Agustín en uno de sus sermones dijo:

El camino hacia Jerusalén

El peso de nuestra fragilidad hace que nos inclinemos del lado de las realidades de aquí abajo; el fuego de tu amor, Señor. nos eleva y nos lleva hacia las realidades de allí arriba. Subamos hasta ellas por el impulso de nuestro corazón, cantando los salmos de la subida, quémanos con el fuego de tu bondad, es él que nos transporta. Tan solo deseo permanecer allí eternamente. Mientras estamos en nuestro cuerpo caminamos hacia ti, aquí abajo no tenemos ciudad permanente; buscamos sin cesar nuestra morada en la ciudad futura. Que tu gracia, Señor, me conduzca hasta el fondo de mi corazón para cantar allí tu amor a ti, mi Rey y mi Dios.

Esa ciudad de Jerusalén celestial es a donde voy “caminando sin nostalgia” de esta ciudad terrena; ella es mi verdadera patria y madre. Y Tú eres su Defensor, su Rey, su luz, su protector, su pastor; tú eres su gozo inalterable, tu eres la bondad, la fuente de todos los bienes inexpresables, Tú mi Luz y mi divina misericordia”.

Termino con una poesía de Patxi Loidi titulada:

CANSADO

Estoy cansado del camino.

Hemos recorrido desiertos y subido montañas.

He tocado oasis y he bebido de sus aguas.

Aguas frescas y sedantes que me invitaban

a fijar domicilio junto a ellas.

Y tú me decías:

“ ¡A caminar! ¡A caminar!”

Déjame.

Déjame en este arbolado

disfrutar de la sombra y de las aguas.

He traído lleno el zurrón y quiero comer

en paz la pobreza de mi saco

sobre esta hierba,  bajo estos árboles,

junto a estas aguas.

Su murmullo me librará de la soledad.

Déjame,

no me agarres de nuevo por el cuello

Para llevarme a caminar sin caminos

rumbo a lo desconocido.

Que ya he andado mucho y estoy cansado

de seguirte día a día por sendas no marcadas, 

sin un hogar al que poder decir: 

¡mi refugio! ¡Mi descanso! Déjame

y no me obligues a comenzar

de nuevo, mañana, la ruta.                   j.v.c 

      


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