Homilías
JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO
DOMINGO 21 DE NOVIEMBRE 2021, homilÃa del P. Juan Vicente Catret S.J.
Asà es. Jesucristo es el “Rey del Universoâ€. El “Alfa y Omegaâ€: “Principio y Fin†de todo el universo, de todo lo creado.
El “Reino ya está presente en este mundo, aunque en una forma aún no plena. Hay dos interpretaciones distorsionadas y equívocas del “Reino”. Una “espiritualística” y otra “terrenista” o temporalista, que oscilan entre la evasión mística y el eficientismo; el miedo a contaminarse con las realidades terrenas y el mercantilismo más desaforado; la fuga del compromiso concreto y el delirio de omnipotencia; la neutralidad ascética y el compromiso político más irresponsable.
A mí me gustan los dos cuadros o pinturas que tanto San Juan de la Cruz como Salvador Dalí, inspirándose en el cuadrito pequeño de nuestro gran místico carmelitano, hacen de Jesús elevado al cielo en la cruz, que mira desde arriba hacia abajo a toda la humanidad, a todo el universo que atrae hacia sí.
Ese “Reino” de Jesucristo había sido ya profetizado por Daniel, quien en la primera lectura nos dice: “Yo vi, una visión nocturna, venir una especie de hombre entre nubes del cielo. Avanzó hacia el Anciano venerable y llegó hasta su presencia. A él se le dio poder, honor y reino. Y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su poder es eterno, no cesará. Su Reino no acabará”.
Y en la segunda lectura del Apocalipsis también se nos dice: “A Jesucristo, el Testigo fiel, el Primogénito de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra. A aquel que nos amó, nos ha liberado de nuestros pecados por su sangre, nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios, su Padre, a Él, la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén”. Jesús, para manifestar de una manera concreta que el reino ha llegado a través de su persona, lleva como pruebas inequívocas los prodigios realizados en favor de los desgraciados, enfermos, pacientes de todo género, dar buenas noticias a los pobres, curar las heridas de los corazones, consolar a los afligidos, liberar a todos los que se acercan y creen en él.
Cuando nosotros rezamos en el “Padrenuestro”: “venga a nosotros tu reino”, estamos pidiéndole que sea un “reino de verdad y de vida, de gracia y santidad, de justicia, paz y amor” en nuestra existencia terrena. Es por eso que Jesús le dice a Pilato, cuando éste le pregunta: “¿Eres tú el rey de los judíos? Jesús le contestó: “Mi reino no es de este mundo...Soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para ser testigo de la verdad”.
¿Cómo podemos nosotros aportar personalmente algo para la realización del Reino en esta tierra donde vivimos? Podemos indicar algunas posibilidades: El Reino se dilata cada vez que contribuyo a hacer caer las barreras que dividen a los hombres entre sí, cada vez que supero los prejuicios, que trabajo para eliminar las injusticias y las discriminaciones, las barreras contra los inmigrantes, con ayuda material y corporal tal como hacen los voluntarios, con paz, dulzura y la fuerza del amor.
Orígenes (185-254), padre de la Iglesia en Alejandría, en su tratado “La Oración” (n.25) nos dice: “No pueden existir el reino de Dios y el reino del pecado. Por consiguiente, si queremos que Dios reine en nosotros, procuremos que de ningún modo el pecado siga dominando nuestro cuerpo mortal; antes bien, mortifiquemos todo lo terreno que hay en nosotros y fructifiquemos por el Espíritu. De este modo, Dios se paseará por nuestro interior como por un paraíso espiritual y reinará en nosotros él solo con su Cristo, el cual se sentará en nosotros a la derecha de aquella virtud espiritual que deseamos alcanzar; se sentará hasta que todos sus enemigos que están en nosotros sean puestos por estrado de sus pies, y sean reducidos a la nada en nosotros todos los principados, todos los poderes y todas las fuerzas.
Todo esto puede realizarse en cada uno de nosotros, y el último enemigo, la muerte, puede ser reducido a la nada, de modo que Cristo diga también en nosotros: ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? Ya desde ahora este nuestro ser corruptible debe revestirse de santidad y de incorrupción, y este nuestro ser mortal debe revestirse de la inmortalidad del Padre, después de haber reducido a la nada el poder de la muerte, para que así, reinando Dios sobre nosotros, comencemos ya a disfrutar de los bienes del nuevo nacimiento y de la resurrección”.
Termino con una poesía del dramaturgo español Rómulo Galdós (1843-1920) titulada: “El mundo reconoce tu realeza”
El mundo reconoce tu realeza
como Pilato lo atestiguó escribiendo.
y lo que él escribió persiste escrito
no sólo en griego y en latín y hebreo,
sino en las lenguas todas de la tierra;
“Éste es Jesús, Jesús el nazareno,
el Rey de los judíos”. Todo el mundo
el título ha leído de la cruz,
y a ti, Jesús, de espinas coronado;
a ti, Cristo Jesús, oh santo Cristo,
clavado en esa cruz con cuatro clavos,
el mundo todo te proclama Rey.
Salve, Cristo, Señor de los señores.
Salve, Cristo Jesús, Rey de los reyes”.