Homilías
EL PRIMER MANDAMIENTO SON DOS
HomilÃa del P. Juan Vicente Catret S.J. el 31 de Octubre: DOMINGO 31 DEL TIEMPO ORDINARIO
Cuando un letrado se acercó a Jesús y le preguntó: ¿Qué mandamiento es el primero de todos? Respondió Jesús: El primero es: “Escucha, el Señor nuestro Dios es el único Señor: Amarás al Señor con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu serâ€. El segundo es éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismoâ€. No hay mandamiento mayor que estosâ€.
Jesús une los dos mandamientos en uno, es decir el amor vertical a Dios Padre y el amor horizontal al prójimo. Por eso podemos decir que “el primer mandamiento son dos”.
Los judíos tenían hasta 613 preceptos, en su mayoría negativos, y 248 imposiciones. Es difícil orientarse ante aquel barullo de disposiciones. ¿Cómo fijar una jerarquía de valores en aquel cúmulo de leyes? Jesús quiere para ello que acudamos a la fuente de esos valores, que es “el amor de Dios”, porque “Dios es Amor” (1 Juan 4, 7). El amor al prójimo nace del amor de Dios.
En el Japón todos los cristianos sabemos y creemos que el en Shintoísmo “Dios es la Naturaleza”: Dios del monte, Dios del agua, etc.; en el Budismo “Dios(Buda) es la nada”; pero que para el Cristianismo “Dios es el Amor”.
El Concilio Vaticano II, en su Constitución dogmática sobre la Iglesia “Lumen Gentium” n.42 nos dice:
“Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él. Y Dios derramó su amor en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado. Por consiguiente, el don principal y más necesario es el amor con que amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo por él. Pero a fin de que el amor crezca en el alma como una buena semilla y fructifique, que cada uno de los fieles debe escuchar de buena gana la Palabra de Dios y cumplir con obras su voluntad, con la ayuda de su gracia, participar frecuentemente en los sacramentos, sobre todo en el de la Eucaristía, y en otras funciones sagradas, y aplicarse de una manera constante a la oración, a la abnegación de sí mismo, y a un fraterno y solícito servicio de los demás y al ejercicio de todas las virtudes. Porque el amor, como vínculo de la perfección y plenitud de la ley, regula todos los medios de santificación, los informa y los conduce a su fin. De ahí que el amor a Dios y al prójimo sea la característica distintiva del verdadero discípulo de Cristo”.
Termino con una poesía del poeta nacido en Toledo en el siglo XVI fray Damián de Vegas titulada:
Del amor de Dios y del prójimo
Los dos amores, de Dios
y del prójimo, pensad
que son una caridad,
y no dos.
Habéis de considerar
dos ramos en un pezón,
que, aunque, desiguales son,
creciendo van a la par.
Pues así el amor de Dios
y el de la projimidad
son sólo una caridad,
y no dos.
Imposible es que a lo alto
del amor de Dios subáis
si en el del prójimo estáis
ratero, imperfecto y falto;
porque este amor y el de Dios
tienen tan gran hermandad,
que son una caridad,
y no dos.
De aquí quedará entendido
lo que la Escritura clama:
que quien al prójimo ama
la ley de Dios ha cumplido;
pues claro está que ama a Dios
el que a la projimidad fía
sola una caridad,
y no dos.