Homilías
16 de agosto 2020 HOMILÃAS
FE EN EL PEDIR Y FE EN EL ACTUAR
IsaÃas 56, salmo 66, Romanos 11 y Mateo 15. Los trozos bÃblicos de este domingo que muchos ya leyeron o escucharon on-line, nos dejan pensando y sin dudas, nos motivan. Ojalá nos acostumbremos a comentarlos en familia. Aquà presentamos dos comentarios: el primero, desde Tokyo por Juan Vicente Catret SJ. El segundo, desde Calera de Tango, por José Juan Vergara SJ
Este domingo nos presenta a Jesús yendo con sus discípulos a tierra pagana: a Tiro y Sidón. Y su encuentro con una mujer cananea, que le pide con insistencia cure a su hija, que tiene un demonio muy malo. Jesús al principio no le hace caso, y camina en silencio. Entonces sus discípulos le piden que la atienda, y lo hacen no por compasión sino para que les deje en paz, porque sus gritos les molestan.
Es entonces cuando Jesús le dice que no está bien echar el pan de los hijos a los “perros”, que es como los judíos llamaban a los paganos con desprecio. Y la mujer cananea le contesta que también los “perritos” comen las migas de pan que caen al suelo de las mesas de sus amos.
Es entonces cuando Jesús se deja vencer por la fe de esta mujer que está de rodillas ante él, y le dice que se haga como ella pide. La hija quedó curada en ese instante.
La mujer cananea nos enseña a tener fe, a pedir con humildad, dar la razón a Jesús, pero seguir insistiendo que nos ayude.
Fe grande, paciencia, humildad de la cananea, es la lección que nos da esta mujer. Si el Señor ve el ardor de nuestra fe y la tenacidad de nuestra perseverancia en la oración, tendrá compasión de nosotros y nos concederá lo que le pedimos.
El monje cisterciense Guillermo de Saint-Thierry (1075-1148) en sus Oraciones meditativas, n.2 dice:
Ten piedad de mí, Señor, Hijo de David
A veces, Señor, te siento pasar, pero no te detienes, pasas de largo, y yo te grito como la cananea. ¿Me atreveré todavía a acercarme a ti? Seguro que sí: los perritos echados de la casa de su amo siempre vuelven a ella y, por guardar la casa, reciben cada día su ración de pan. Frente a la puerta, te llamo; maltrecho, suplico. Así como los perritos no pueden vivir lejos de los hombres, ¡de la misma manera mi alma no puede vivir lejos de mi Dios!
Ábreme, Señor. Haz que llegue hasta ti para ser inundado de tu luz. Tus estrellas no brillan para mí, el sol se ha oscurecido, la luna ya no emite su luz. Oigo cantar tus hazañas en los salmos, los himnos y los cánticos espirituales; en el Evangelio, tus palabras y tus gestos resplandecen como la luz, los ejemplos de tus siervos, las amenazas y las promesas de tus Escrituras de verdad se muestran a mis ojos y vienen a golpear la sordera de mis oídos. Pero mi espíritu se ha endurecido; he aprendido a dormir de espaldas al resplandor del sol; me he acostumbrado a no ver lo que así se me manifiesta. ¿Hasta cuándo, Señor? ¿Cuánto tardarás en romper tus cielos, en descender para venir a socorrer mi torpeza? Haz que me convierta y que, por lo menos, venga al atardecer como un perrito hambriento.
Termino con la poesía del mejicano Francisco Alday (1908-1964) titulada:
Pídeme muchas cosas
Pídele muchas cosas,
pídele cuanto quieras,
mas pídele de veras.
Pídele rosas
cárdenas de martirios;
pídele flores blancas,
alegría de cumbres y barrancas;
pídele lirios
que no hilan sus nevadas corolas;
pídele florecillas
de las que nacen solas,
sin sembrador, ni riego, ni semillas.
Mas no alegues tu amor, alega el suyo;
ni tu derecho; su derecho es tuyo;
y nunca, nunca dudes, suplica sin cansarte,
y él sabrá si a la noche, si a la mañana,
si a tu puerta viene, si a tu ventana,
con sus amores,
con su divino don a visitarte.
Pídele cuanto quieras,
las cosas cotidianas,
las triviales y efímeras;
mas no alegues tu amor, alega el suyo,
¡y pídele de veras!
j.v.c.
En la Fe, “no hay mal que por Bien no venga” … y a la Fe, conviene añadirle la Esperanza y el Amor. Así entenderemos mejor las lecturas de hoy.
Para el común de los israelitas del tiempo de Jesús, especialmente los más cumplidores y devotos, el no pertenecer al “pueblo elegido”, el no pertenecer a la “raza de Abraham” era considerado un mal. Ellos se consideraban el “el pueblo santo de Dios” y los demás eran “los paganos”, con quienes no correspondía relacionarse para no caer en algún tipo de “impureza”.
La postura de Isaías en el trozo del Antiguo Testamento de la Primera Lectura de hoy tiene un aspecto de “apertura” en el sentido de acogida a los extranjeros que desean expresar su Fe en el Dios de Israel y vienen a Jerusalén a ofrecer sus sacrificios en el Templo Santo.
La postura de Pablo en la Segunda Lectura es más radical: considerando que en Jesucristo se cumplen los designios salvadores de Dios, es la Fe en Jesús lo que distingue al nuevo “pueblo de Dios”. Más aún, el rechazo de los judíos a Jesús, abre las puertas a que los “paganos” sean incorporados en la Fe. Por consiguiente, la “envidia” o “celos” de los israelitas en relación a este nuevo “pueblo de Dios” pueda estimular a que algunos de ellos se abran al Evangelio.
En el trozo evangélico de San Mateo vemos a nuestro Maestro, Jesús, verdadero israelita y auténtico judío, descendiente del Rey David, Él, en persona abre las puertas y les enseña a sus discípulos y contemporáneos y – por supuesto – a nosotros, que su Buena Noticia es para todas las naciones, por la Fe. Es la Fe de esta mujer cananea la que conmueve el corazón amoroso de Jesús y lo mueve al milagro que ella esperaba con confianza.
Finalmente, el salmo responsorial es un misterioso anticipo del Antiguo Testamento con relación a la alegría de las naciones unidas en una sola Fe.
Volviendo a nuestra situación actual: no es raro ver a muchos cabizbajos y pesimistas al ver, sentir y sufrir las duras condiciones sanitarias, económicas y políticas en las que nos encontramos. Ciertamente son males que no han sido queridos por Dios sino son el resultado del muy mal uso que los humanos hemos hecho de nuestra libertad. Y ahí nos encontramos: en crisis sanitaria, crisis económica, crisis política y crisis social. ¿Cómo podemos, en estas circunstancias, aplicar el viejo refrán con que comenzamos esta reflexión? ¿Cuál puede ser el BIEN que pudiera venir de todos estos males señalados?
¡Depende de nosotros! Depende del recto uso que hagamos desde ahora mismo de nuestra libertad. Y nos preguntamos: ¿Qué tengo que pensar, qué tengo que decir, qué tengo que hacer? Las lecturas bíblicas de hoy nos señalan una pauta:
No todo el mal está en los otros ni todo el bien está en nosotros. Tenemos que darnos el tiempo para escucharnos con respeto, exponer nuestro pensamiento con respeto, conceder que hay muchas cosas buenas en lo que hacen o dicen los otros y pedirles a ellos que nos escuchen y piensen. Tenemos que decir y actuar movidos por el Amor y poner nuestra Esperanza en que el Dios de todos nos envíe su Espíritu y nos lleve a buenas decisiones para el bien de todos.
JJV
29 DE DICIEMBRE: SAGRADA FAMILIA
MODELO DE LA FAMILIA DE NAZARET
Ofrecemos la homilÃa que años atrás nos envió nuestro amigo Juan Vicente Catret SJ (QEPD)