Homilías
7 DE JUNIO: DOMINGO DE LA SANTÃSIMA TRINIDAD
MISTERIO DE AMOR
La Ciencia puede ayudarnos a buscar a Dios. La Razon puede acercarnos a Dios. Encontrar a Dios va mas alla de la ciencia y la razon. Solo lo encontramos en la Fe, la Esperanza y el Amor. Abramos nuestras biblias y COMPARTAMOS EN FAMILIA la Palabra de Dios. Los textos de este domingo son: Exodo 34, 4-9; Segunda Carta Corintios 13, 11-13; Evangelio de Juan 3, 16-18. La homilia viene despues.
HOMILÍA (J.V.C.SJ)
La Santísima Trinidad es un “misterio de amor”. Amor entre Dios Padre y Dios Hijo, que produce el Espíritu Santo. Un misterio que no se comprende con la cabeza, sino con el corazón. Y ese misterio de amor trinitario entre Padre, Hijo y Espíritu Santo nos es modelo del amor que debemos tener entre nosotros: amor entre padres e hijos, amor al prójimo dentro de la sociedad.
Me acuerdo de una historia que leí en un libro. En Tierra Santa, en la ciudad de Hebrón, cerca de la tumba de Abraham, sucedió que un sacerdote católico fue en peregrinación a la mezquita musulmana donde se encuentra la tumba de Abraham. Hablando con el almuecín de la mezquita, este le dijo: “Nosotros los musulmanes somos los verdaderos descendientes de Abraham, que fue el primer musulmán”. El sacerdote católico repuso: “Cierto, Abrahám instauró la fe en un solo Dios, por eso los cristianos también veneramos su tumba”. Pero el almuecín le contestó: “Mas vosotros los cristianos habeis alterado la fe en un solo Dios con la profesión de la Trinidad”.
Esta disputa ha existido a lo largo de los siglos. Nosotros los cristianos en el “Credo” confesamos: “Creo en un solo Dios”. Entonces ¿cómo explicar la existencia de tres Personas en una absoluta unidad divina? ¿Por qué Dios ha revelado este misterio fundamental en la Iglesia por medio de Jesucristo?
En la Biblia se nos dice que Dios Padre ha enviado a su Hijo para la salvación del mundo. Y que éste después de su Ascensión al cielo, envió al Espíritu Santo para fundar su Iglesia. Y el mismo Jesucristo nos dice que bauticemos “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, ¿Cómo conciliar este misterio con nuestra razón?
Como dije antes, no con la razón sino con el corazón. El ser humano es uno, pero tiene tres aspectos: en su corazón esconde pensamientos que expresa con palabras y pone en práctica con la fuerza de su voluntad. Podemos, pues, comparar nuestra mente con Dios Padre, el Hijo es la palabra y el Espíritu es la fuerza que la conduce a la realidad. El Hijo es la Palabra que habita entre nosotros, por obra del Espíritu Santo. Misterio de la unidad en la diversidad. Dios es comunidad de amor, es familia, que nos nuestra cómo debemos acogernos unos a otros buscando la unidad. Experimentemos también la vida, el amor, la plenitud de hijos, gracias a la capacidad de arrastre del Hijo y a la fuerza transformadora del Espíritu. Este misterio, sigo diciendo, es una invitación al gozo, a la alabanza, al amor familiar, lo que haremos eternamente en el cielo. Como dice San Pablo al final de la segunda lectura de hoy: “la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios Padre y la comunión del Espíritu Santo esté siempre con vosotros”.
San Atanasio de Alejandria (295-373) escribió:
“La Escritura dice que el Padre es fuente y luz: Me han abandonado; a mí, la fuente de agua viva. Sin embargo, al Hijo, en relación con la fuente, se le llama río, pues el manantial de Dios, según el salmo, va lleno de agua”. En relación con la luz, el Hijo es llamado el resplandor de su gloria. Por lo tanto, el Padre es luz, el Hijo su resplandor, y en el Hijo somos iluminado por el Espíritu: Dios os da -dice san Pablo- un Espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Pero cuando somos iluminados, es Cristo quien nos ilumina en él, ya que la Escritura dice: Era la luz verdadera que ilumina a todo hombre en este mundo.
Además, si el Padre es la fuente y al Hijo se le llama río, se nos dice que nosotros bebemos del Espíritu: todos hemos bebido de un único Espíritu. Pero, habiendo bebido del Espíritu, bebemos también de Cristo, porque ellos bebieron de una roca espiritual que los seguía, y esta roca era Cristo. El Padre es el único sabio, el Hijo es su sabiduría, pues Cristo es la fuerza y la sabiduría de Dios. Ahora bien, al recibir el Espíritu de sabiduría poseemos al Hijo y adquirimos la sabiduría en él. El Hijo dice: Yo soy la vida, pero también que estamos vivificados por el Espíritu. Cuando somos vivificados por el Espíritu, Cristo es nuestra vida: No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí. El misterio de Dios no se nos entrega a nuestro espíritu a través de discursos elocuentes, sino en la fe y en la oración reverente”.
El poeta R. Prieto Ramiro tiene la siguiente poesía:
Principio sin fin, eterna Fuente,
Fundamento de todo, viva Hoguera,
que misteriosamente reverbera
en luceros de amor, zarzas ardientes.
Palabra pronunciada eternamente
que llega hasta nosotros, mensajera
de esperanzas que encienden y liberan.
Tres corrientes en una fuente unidas,
una Hoguera de tres fuegos fundidos:
quiero beber en esa Fuente-Vida
hasta quedar en fuente convertido,
penetraré en el Fuego enamorado
hasta ser en hoguera transformado.
29 DE DICIEMBRE: SAGRADA FAMILIA
MODELO DE LA FAMILIA DE NAZARET
Ofrecemos la homilÃa que años atrás nos envió nuestro amigo Juan Vicente Catret SJ (QEPD)