Homilías
11 DE AGOSTO: DOMINGO 19 DEL TIEMPO ORDINARIO
“HACEOS UN TESORO INAGOTABLE†, desde Tokyo por Juan Vicente Catret S.J.
Vivimos en una civilización de los sentidos, dominada por los medios audiovisuales y el bienestar corporal. Vivimos en una cultura de lo experimentable, presidida por la ciencia y la técnica. La prevalencia de estas dos corrientes amenaza con reducir el horizonte del hombre a lo inmediato y sensorial.
  Ante este peligro, la Carta a los Hebreos nos recuerda hoy la dimensión de la creencia religiosa: “La fe es seguridad de lo que se espera y prueba de lo que no se ve”.
En esta clave de fe, Jesús nos asegura en el evangelio de hoy que Dios nos ha regalado el cielo: “No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el Reino”. Los cristianos hemos de creer en ese más allá que nos recuerda Jesús y nos regala el Padre.
Y para eso, tenemos que tensar diariamente el arco de la vigilancia: “Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas: vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame”. El premio a los vigilantes de lo eterno es un banquete de bodas divino. “Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentra velando. Os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo”.
Esta no es una postura como evasionista frente a las tareas temporales. En síntesis, la tensión del cristiano debe armonizar una fe invencible en el Reino de los cielos con un servicio incansable en la tierra.
Así pues, frente a la cultura de los sentidos, avivemos nuestra fe en los bienes invisibles pero superiores del espíritu. Ante la tentación escapista de una religión desencarnada, adoptemos un compromiso temporal de servicio, camino único para alcanzar la vida eterna.
Necesitamos una “espera vigilante”, dinámica (los criados que esperan en la noche la vuelta del amo; el administrador inteligente y diligente). Una mentalidad de gente de viaje: “tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas”. El creyente se puede definir como uno que ve “lo invisible”. Posee lo que no tiene. Apuesta sobre lo imposible. Conserva la memoria, o sea, es un incurable “nostálgico del futuro”.
Esto me recuerda la poesía de San Juan de la Cruz (1577-1578)
DE LLAMA DEL AMOR VIVO
Tras de un amoroso lance,
y no de esperanza falto,
volé tan alto, alto,
que le dí a la caza alcance.
Cuanto más alto subía
deslumbróseme la vista,
y la más fuerte conquista
en oscuro se hacía;
mas, por ser de amor el lance,
di un ciego y oscuro salto,
y fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance.
Cuanto más alto llegaba
de este lance tan subido,
tanto más bajo y rendido
y abatido me hallaba;
dije: ¡No habrá quien alcance!;
y abatime tanto, tanto,
que fui tan alto, tan alto,
que le di a la caza alcance”.
29 DE DICIEMBRE: SAGRADA FAMILIA
MODELO DE LA FAMILIA DE NAZARET
Ofrecemos la homilÃa que años atrás nos envió nuestro amigo Juan Vicente Catret SJ (QEPD)