Homilías

2 DE SEPTIEMBRE: DOMINGO 22 DEL TIEMPO ORDINARIO

CONCORDIA DE CUERPO Y ALMA

Este domingo 22 del tiempo ordinario me sugiere el título de esta homilía: “concordia de cuerpo y almaâ€...

            

Y es porque en el Evangelio, cuando se narra la disputa de Jesús con los fariseos que acusaban a los discípulos del Señor de comer sin lavarse antes las manos, Jesús les dijo: “nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro, lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro del corazón del hombre salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos...codicias, injusticias...envidia...orgullo, frivolidad”...

  En una palabra, Jesús quiere que de dentro de nuestro corazón salgan los frutos del Espíritu Santo, que S. Pablo escribió en su carta a los Gálatas 5,22-23: “amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, lealtad, modestia, dominio de sí”. Y eso equivale a la “concordia de cuerpo y alma”.

   Hay un “Apotegma” o dicho de los Padres del Desierto que dice así:

  “Uno de los padres dijo: justamente como es imposible ver tu cara en agua sucia del mar cuando navegas dentro de un bote, así también el alma, a no ser que esté limpia de malos pensamientos, no es capaz de orar a Dios en la contemplación”.

  Esto es decir lo mismo que Jesús, que nos pide “tener un corazón limpio de malos deseos y pensamientos”, tener esa “concordia de cuerpo y alma”.

  San Gregorio de Nisa (330-394), en una homilía dijo:

  “Crea en mí un corazón puro”

  Bienaventurados los limpios de corazón, ellos verán a Dios”. Creemos fácilmente que un corazón purificado nos dará a conocer la felicidad suprema. Pero esta purificación del corazón parece tan ilusoria como la subida al cielo. ¿Qué escala de Jacob, qué carro de fuego semejante al que se llevó al profeta Elías al cielo encontraremos para llevar nuestro corazón hacia la bienaventuranza celeste y liberarlo de todo su peso terreno?

  No alcanzamos sin dificultad la virtud: ¡Qué sudores y de pruebas! ¡Qué de esfuerzos y de sufrimientos! La Escritura nos lo recuerda a menudo: estrecha y angosta es la puerta del reino, mientras que el pecado nos lleva a la perdición por un camino ancho e inclinado. Y, sin embargo, la misma Escritura nos asegura que se puede llegar a esta existencia superior. ¿Cómo llegar a ser puro? El sermón de la montaña nos lo enseña por todas partes. Leed los mandamientos uno tras otro y descubriréis el verdadero arte de la purificación del corazón.

  Al mismo tiempo que Cristo nos promete la bienaventuranza, nos instruye y nos forma en la consecución de esta promesa. Sin duda, no alcanzamos sin dificultad la bienaventuranza. Pero compara estas penas con la existencia de la vida de la que te alejan, y verás cómo el pecado es más penoso, si no inmediatamente, por lo menos en la vida futura. ¡Qué desgraciados son aquellos cuyo espíritu se obstina en las impurezas! Sólo verán la cara del Adversario. La existencia de un justo, al contrario, queda marcada con la efigie de Dios.

  Sabemos qué consecuencias tiene, por un lado, una vida de pecado y, por otro, una vida de justicia, y ante la alternativa tenemos la libertad de escoger. Evitemos, pues, la cara del demonio, arranquemos su odiosa máscara y, revestidos de la imagen divina, purifiquemos nuestro corazón. Así poseeremos la felicidad y la imagen divina brillará en nosotros gracias a nuestra pureza en Cristo Jesús, nuestro Señor”.

  Quiero concluir con una poesía del poeta Antonio Oliver Belmas, nacido en Cartagena en 1903 y muerto en Madrid en 1968, titulada:

     LA PAZ ÍNTIMA

  Enfría, Señor, mi boca;

Señor, reduce mi brasa;

dame, como te lo pido,

concordia de cuerpo y alma.

Frente al perverso oleaje

ponme costado de gracia.

Dame, como te lo demando,

concordia de cuerpo y alma.

Señor, mitiga mi angustia;

remite, Señor, mi ansia;

dame, como te lo clamo

concordia de cuerpo y alma.

No dejes que los sentidos

me rindan en la batalla.

Señor, Señor, no me niegues

concordia de cuerpo y alma.

  j.v.c.


Música

29 DE DICIEMBRE: SAGRADA FAMILIA

MODELO DE LA FAMILIA DE NAZARET

Ofrecemos la homilía que años atrás nos envió nuestro amigo Juan Vicente Catret SJ (QEPD)