Homilías

8 DE ABRIL: DOMINGO SEGUNDO DE PASCUA

LOS DONES DE JESUCRISTO RESUCITAD Y EL SALTO DE LA FE Y EL AMOR

Este domingo se centra en esas dos cosas que pongo como título de esta homilía. Primero, Jesús resucitado se aparece a los Apóstoles, en lo que se llama “la aparición oficial†y les da:

Primero: los “cinco dones”, a saber: paz, alegría, misión, Espíritu Santo y perdón de los pecados. Gustémoslos.

Segundo: alaba el “salto de fe y amor”. Cuando Jesús se apareció la primera vez, Tomás “el mellizo” no estaba con el resto de los Apóstoles (o sea 10, porque Judas ya no estaba con ellos...)Por cierto, ¿por qué le llaman “mellizo” a Tomás? Hay tres versiones, yo me quedo con la última. La 1ª. dicen que es porque se parecía a Jesús. No me hace gracia. La 2ª. porque tenía un hermano mellizo...Puede ser, pero no sale para nada en los Evangelios. La 3ª. basada en la enseñanza de S. Pablo y es la que a mí me gusta: porque en Tomás había dos hombres: el “hombre viejo” tozudo, increyente si no toca, materialista, desconfiado de sus compañeros apóstoles, y el “hombre nuevo” que cae a los pies de Jesús y le dice esas palabras que muchos repetimos después de comulgar: “¡Señor mío y Dios mío!”...

Pues bien, Jesús se aparece por segunda vez, estando ahora Tomás junto con los demás Apóstoles y le dice: “Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”...

Jesús alaba luego el “salto de fe y amor”: “Dichosos los que crean sin haber visto”...El mejor comentario sobre la profundidad y belleza de esas palabras de Jesús, es la siguiente historia real.

Estaba yo en 1970 en Inglaterra e Irlanda para estudiar inglés antes de venir al Japón, y en la BBC de Londres hubo una entrevista entre dos grandes hombres: Bertran Rusell y el jesuíta P. Copleston. El primero era Premio Nobel de física y el segundo era un gran profesor que escribió toda la Historia de la Filosofía en 9 tomos. Y Rusell, que era ateo, dijo: “Si cuando yo muera veo que existe Dios, le diré que yo no he creído porque los signos eran pocos”. Y el P. Copleston le contestó: “Pues yo le diré que porque eran pocos he venido creyendo”... ¡Preciosa respuesta! ¿Por qué?...

La postura de Rusell es, con perdón, la del perrito que mueve orejas y rabito ante su dueño y señor que se le acerca...La postura del materialista que sólo cree lo que ve y toca. Como Tomás el apóstol incrédulo.

La postura del P. Copleston es la que alaba Jesús: la del “salto de fe y amor”. No necesita más signos, le sobran la tumba vacía, el testimonio de los Apóstoles y la Magdalena y no digamos la de María la madre del Señor y madre nuestra. Sólo “un humano”, una persona humana que tiene corazón y amor por la persona histórica de Jesús, que ha leído y gustado los Evangelios de su vida y pasión, puede dar ese salto de fe y amor, no los animalitos ni los que ignoran esa capacidad de ver como dice S. Pablo “con los ojos iluminados del corazón” o como dice S. Pedro en su 1ª. carta 1,8: “vosotros no veis a Jesús, pero le amáis y os llenáis con un gozo que nadie os puede quitar”, sólo esa persona merece el reconocimiento de Jesús: “está hecha “a imagen y semejanza de Dios”. Dichosos si comprendemos nuestra dignidad y profundidad humana.

S. Basilio de Seleucia (murió en el año 459), en un sermón para el día de la Resurrección, dijo:

“escondidos en una casa, los apóstoles ven a Cristo; entra con todas las puertas cerradas. Pero Tomás, ausente entonces, cierra sus oídos y quiere abrir sus ojos. Deja estallar su incredulidad, confiando así en que su deseo será concedido. “Mis dudas desaparecerán en cuanto lo vea, dice. Pondré mi dedo en las marcas de los clavos y estrecharé al Señor, al que tanto deseo. Que censure mi falta de fe, pero que me colme con su vista. Ahora soy descreído, pero después de verlo, creeré. Creeré cuando lo abrace y lo contemple. Quiero ver sus manos agujeradas, que han curado las manos maléficas de Adán. Quiero ver su costado, que cazó a la muerte del costado del hombre. Quiero ser testigo del Señor y el testimonio de otro no me basta. Lo que contáis exaspera mi impaciencia. La buena noticia que me dais solo aumenta mi turbación. No curaré este dolor si no lo toco con mis manos”.

El Señor se vuelve a aparecer y disipa al mismo tiempo la tristeza y la duda de su discípulo.  ¿Qué digo? No disipa su duda, colma su espera. Entra con todas las puertas cerradas”.

Termino con una poesía del P. José Luis Martín Descalzo (1930-1991) titulada:   

                 LAS PUERTAS CERRADAS

Los hombres viven siempre con las almas cerradas,

se encastillan entre sus propios miedos,

se tapian, se tabican la vida,

se barrican detrás de sus temores,

aseguran los puentes levadizos,

se rodean de fosos con pirañas,

ponen puertas, cerrojos y fallebas.

  Así estaban los doce,

acurrucados en sus llantos,

como niños perdidos en un mundo de lobos,

avergonzados casi de haber creído en Él.

  Y Él llegaba rodeado de espumas y caballos,

tan descaradamente vivo, tan abierto

como mil escuadrones de azucenas,

tan ancho como el trigo, tan alegre

como las amapolas.

  Le miraban y no sabían si huir o abrazarle,

si esconderse o cantar.

Sólo de algo estaban ciertos: tendrían

que nacer otra vez para quererle.

 

 j.v.c. 

 


Música

29 DE DICIEMBRE: SAGRADA FAMILIA

MODELO DE LA FAMILIA DE NAZARET

Ofrecemos la homilía que años atrás nos envió nuestro amigo Juan Vicente Catret SJ (QEPD)