Homilías

NORMAS, REGLAS Y LEYES - FE Y RELIGIOSIDAD

Comentarios a las lecturas bíblicas del domingo 22° del año litúrgico

Conversando con buenos amigos, a veces tienen la confianza de desahogarse reclamando por tantas normas, tradiciones, procedimientos, reglas y leyes que encuentran en la religión.

Deuteronomio   4, 1-2. 6-8;  Carta de Santiago 1, 17-18. 21b-22. 27;   Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23

Algunos impacientes deciden “liberarse”: se alejan y se desentienden de los lazos con lo que ellos llaman la religión. Dirán: “Ya no voy más a la iglesia” o “prefiero no creer en nada” o “yo creo en Dios, pero a mi manera”. Como no han dejado de ser buenas personas, hacen lo que creen que está bien y evitan lo que creen que está mal. Funcionando con su simple “libre albedrío” y careciendo de una referencia externa para cotejar sus ideas y decisiones, pueden terminar cometiendo errores que después lamentarían. Por eso es bueno tratar de entender el por qué de tales normas, reglas y leyes y luego ponerlas en una escala de valores.

Es cierto que básicamente para nuestra naturaleza hay cosas que nos apetecen y cosas que naturalmente rechazamos. Es natural que queramos cubrir nuestras necesidades básicas como PAN, TECHO y ABRIGO. También es natural que nos atraiga el AMAR y SER AMADOS. Por supuesto que son cosas buenas: son bastante elementales y las queremos como un bien para nosotros.

El problema que surge de inmediato viene de una realidad que salta a la vista: No estamos solos en el mundo; estamos rodeados de seres humanos que – al igual que nosotros – también quieren PAN, TECHO ABRIGO, AMAR y SER AMADOS. Entonces, no nos queda más alternativa que ponernos de acuerdo. Así, querámoslo o no, vamos a necesitar tener normas, reglas y leyes.

Ahora viene la pregunta: ¿Qué tienen que ver las normas, reglas y leyes con la Fe y la religiosidad? Empecemos por lo más sencillo, que es lo más importante: la FE.

La Fe es un regalo de Dios. A Él, nosotros no le vamos a poner reglas. Le pedimos a Dios que nos dé Fe, la acogemos; la cultivamos y cuidamos.

Otra cosa es la Religiosidad, que es el modo de vivir nuestra Fe.

La Religiosidad implica actitudes, actos y actividades que, necesariamente van a estar interrelacionadas con las actitudes, actos y actividades de nuestros prójimos. Lógicamente vamos a necesitar normas, reglas y leyes. En eso estamos.

Creer en Dios no tiene reglas. Otra cosa es ser consecuente con lo que creemos. Simplemente acogemos el regalo de Dios y se lo agradecemos. Es natural que queramos agradarlo. Él nos dirá: “¿Quieren agradarme?” – y a continuación nos lo manifiesta con lo que nosotros llamamos “Los Diez Mandamientos de la Ley de Dios”. Esto es importante porque es Dios mismo quien nos indica cómo vivir nuestra Fe.

Vamos a dar un paso más en esta reflexión. Yo no me contento con decir: “Yo creo en Dios, y punto”. Yo quiero añadir desde el fondo del corazón: “Creo Dios hecho Hombre, en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor” … Nuestra Fe en Dios no es algo frío, lejano o puramente intelectual. Jesús hace que nuestra Fe sea más cálida, más humana, más sencilla. La Fe que nos trasmite Jesús se nos hace más hermosa  por dos misterios que acogemos con infinita gratitud: el Misterio de la Encarnación y el Misterio Pascual.

Misterio de la Encarnación: Creemos que Dios se ha interesado por nosotros, por nuestro bien y nuestra felicidad, queriendo compartir su gloria con nosotros. Por eso, se hace Hombre en la persona de Jesús, comparte nuestra vida ordinaria, nos enseña el modo de ser felices, dándonos una Ley que engloba la totalidad de los Diez Mandamientos de la Ley de Dios: AMA A DIOS y AMA A TU PRÓJIMO.

El Misterio Pascual: El Amor total que vino a trasmitirnos Jesús, lo muestra dándonos su Vida, en su Muerte y Resurrección. Y de este Misterio, se deriva un tercero: la Eucaristía, en el que nos entrega su Cuerpo y su Sangre.

Todas las normas, leyes, reglas y tradiciones que podamos leer, escuchar o aprender de nuestros padres, maestros o catequistas, sólo tienen sentido si son reflejo de la Ley de Dios y del resumen que nos dejó Jesús. Su importancia dependerá de la cercanía que tengan con el AMOR A DIOS y AL PRÓJIMO.

Pensemos en las más básicas reglas de urbanidad, de educación o de higiene y nos daremos cuenta que de una u otra manera apuntan hacia el “amor al prójimo”, porque le hacemos la vida más agradable.

Pensemos en la norma de la “Misa dominical”: apunta al “amor a Dios”, porque escuchamos sus Palabras, lo alabamos, le agradecemos sus dones. Esta norma también apunta al “amor al prójimo” porque compartimos la Fe de quienes están a nuestro lado, unimos nuestras voces en los cantos y plegarias, nos saludamos deseándonos la paz, compartimos el Pan de Vida en la Comunión.

Podríamos seguir poniendo innumerables ejemplos de ritos y tradiciones como formas de exteriorizar la Fe y que necesariamente han tenido que ser “reglados”, o sea se les ha puesto reglas para que tengan un sentido comunitario.

Ahora podremos volver a leer las lecturas bíblicas de este 22° domingo del año litúrgico y veremos que sus enseñanzas son plenamente coherentes.

Tanto el evangelio de san Marcos como la carta del Apóstol Santiago son lapidarios, poniendo las tradiciones, las costumbres y normas subordinadas a la Ley del Amor y la Caridad.

Terminemos con el fragmento del Antiguo Testamento:

“Observen los mandamientos del Señor…y pónganlos en práctica, porque así serán sabios y prudentes a los ojos de los pueblos. Al oír todas estas leyes, ellos dirán: ¡Realmente es un pueblo sabio y prudente esta gran nación!¿Y qué gran nación tiene preceptos y costumbres tan justas como esta Ley que hoy promulgo en presencia de ustedes?

Podemos preguntarnos:

  1. ¿Hay algunas reglas de la Iglesia que no entiendo?
  2. ¿Me he preocupado de buscarle una explicación?
  3. ¿He sabido darles mayor o menor importancia a las normas, de acuerdo con la enseñanza de Jesús “Ama a Dios y ama a tu prójimo”?

 

 

 


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EL TRONO DE JESÚS

Domingo 29 del Año Litúrgico ciclo B. Isaías 53; Hebreos 4; Marcos 10

“No saben lo que están pidiendo, ¿Son capaces de beber el cáliz que yo he de beber?