Homilías

EL PAN QUE RECONFORTA

Comentario a las lecturas bíblicas del 19° domingo del Año Litúrgico D 240811

¿Sentimos que a nuestro alrededor “las cosas andan mal†y esto tiende a desanimarnos o desesperarnos? ¿Cuando nos sentimos desanimados, caemos en la tentación de huir o aislarnos como el profeta Elías?

“¡Levántate, come, porque todavía te queda mucho por caminar!”

            En esta ocasión, después de haber leído o escuchado 1 Reyes 19, 1-8 vamos a comenzar nuestra reflexión con el Profeta Elías.

Nos tenemos que remontar al siglo noveno antes de Cristo, o sea, tres mil años atrás. Las tribus de Israel, por razones políticas se habían separado, constituyéndose en dos reinos: Judá e Israel. El reino de Judá quedó con Jerusalén como capital. Allí estaba el Templo, donde todos debían acudir para adorar a Dios. El reino de Israel se estableció en Samaria; de allí el nombre de “samaritanos” que leemos tantas veces en la Biblia. El rey de Israel, que se llamaba Ajab, se casó con una princesa extranjera; Jezabel, que introdujo el culto a Baal y otros ídolos. Se construyó un templo en honor de ese ídolo para que el pueblo no tuviera que ir a Jerusalén para honrar a Dios.

Los profetas, entre los cuales se destaca Elías, predicaban duramente contra la idolatría del pueblo y sus autoridades. Otros episodios bíblicos nos muestran la fuerte personalidad de Elías y cómo Dios una y otra vez lo confirmaba en su misión con hechos prodigiosos. Esto fue lo que motivó a la reina Jezabel para perseguir a muerte al profeta. Es el caso que nos presenta el Libro de los Reyes que leemos en la Primera Lectura de hoy.

Elías, cansado y desanimado, huye de la reina que desea matarlo. Huye al desierto, deseando la muerte. Es entonces cuando Dios lo anima, enviándole un pan milagroso. El Señor le había dicho: “¡Levántate, come, porque todavía te queda mucho por caminar!”. Este pan le da fuerzas para caminar por el desierto de Sinaí, hasta llegar al Horeb, el Monte Santo, donde trescientos años atrás, Moisés había recibido los diez mandamientos

La figura de Elías, reconfortado por Dios con un pan de origen celestial, motiva al poeta, posiblemente el rey David, autor del salmo que recitamos después de la primera lectura: “Gusten y vean qué bueno es el Señor”. En este salmo el autor reconoce que Dios “lo escuchó y lo salvó de sus angustias”

Los dos trozos del Antiguo Testamento nos conducen al trozo del Evangelio de San Juan en el que Jesús se nos presenta como el verdadero Pan del Cielo, el Pan de Vida que no sólo reconforta como les sucedió a los israelitas y al propio profeta Elías en el desierto y a David en sus angustias. Es éste el Pan que quiere transformarnos, dándonos una nueva vida.

Es éste el Pan – al decir de San Pablo - que quiere desterrar de nosotros la “amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y todo tipo de maldad”. Es éste el Pan que nos quiere “buenos y compasivos, perdonándonos unos a otros como Dios nos ha perdonado en Cristo”.  

Y ahora, tres mil años después del profeta Elías; ahora, que Jesús se pone a nuestro alcance en el Pan de Vida de la Eucaristía; nos preguntamos:

  1. ¿Sentimos que a nuestro alrededor “las cosas andan mal” y esto tiende a desanimarnos o desesperarnos?
  2. ¿Cuando nos sentimos desanimados, caemos en la tentación de huir o aislarnos como el profeta Elías?
  3. En los momentos difíciles, ¿Sabemos poner nuestra confianza en Dios y nos acercamos a Jesús en el Pan de Vida que es la Eucaristía?
  4. ¿Cómo influye en nuestro carácter la persona de Jesús?

 

 


Música

EL TRONO DE JESÚS

Domingo 29 del Año Litúrgico ciclo B. Isaías 53; Hebreos 4; Marcos 10

“No saben lo que están pidiendo, ¿Son capaces de beber el cáliz que yo he de beber?