Homilías
CONVERSIÓN – SANACIÓN
Reflexión a partir de las lecturas bÃblicas del 15° domingo del Año Litúrgico
¿Nos hemos sentido llamados a la CONVERSIÓN? ¿De qué? ¿En qué? ¿Hemos notado en nuestro interior algún tipo de SANACIÓN? ¿De qué? ¿Tiene algo que ver la “corrección fraterna†con el “llamado a la conversión�
CONVERSIÓN – SANACIÓN
Reflexión a partir de las lecturas bíblicas del 15° domingo del Año Litúrgico
El título de esta reflexión parte del último párrafo del trozo evangélico de este 15° domingo del año litúrgico. Se trata de la misión que Jesús encomienda a sus apóstoles cuando los envía a evangelizar. Marcos nos dice: “fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y sanaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo”
CONVERTIRSE
Somos humanos: nos equivocamos y cometemos errores. A veces, los cometemos sin darnos cuenta y, aunque no tuviéramos culpa, después, los lamentamos.
Es distinto cuando lo hacemos a sabiendas, libre, consciente y voluntariamente. Más grave aún, cuando nuestra conciencia nos lo está advirtiendo. Son caídas feas que traen duros y dolorosos resultados: nos perjudican no sólo a nosotros mismos sino también a quienes nos rodean. Los creyentes, a ese tipo de caídas voluntarias y libres, las llamamos PECADO. Nos damos cuenta que van en el sentido contrario del plan de Dios. Él desea el bien, la armonía de su Creación, el entendimiento y el amor de nosotros, los humanos, creados a su imagen y semejanza.
El pecado, aunque nos pesa y nos duele, es una realidad en la que los humanos solemos caer y de la cual nos cuesta salir. Dios, que nos ama y nos desea armoniosos y felices, se encarga de hacernos ver en forma humana dónde hemos caído, para que nos podamos corregir. Es lo que hace por medio de los PROFETAS: Nos corrige y exhorta a la CONVERSIÓN: enderezar el camino
La CONVERSIÓN es el tema que repiten una y otra vez, de uno u otro modo los profetas en el Antiguo Testamento. Es lo que vemos en el Profeta Amós, en la primera lectura bíblica de este domingo. Amós no había sido educado como profeta. Era un simple campesino que cultivaba higos, pero Dios le encarga que haga ver a los israelitas que habían caído en el pecado y que debían CONVERTIRSE. Esto significa VOLVER SU ROSTRO HACIA DIOS, el Dios que los había salvado de la esclavitud en Egipto. A ese Dios que los salvó, ellos le habían dado la espalda, adorando a los ídolos o dioses falsos de los pueblos vecinos circundantes.
Los profetas del Antiguo Testamento, siempre que reprochan al pueblo por sus pecados, les advierten de los castigos que se merecen, pero también les ofrecen, si se convierten, el perdón de Dios y una mejor vida, aquí en su tierra.
Jesús, en nombre propio y recogiendo las enseñanzas de los profetas, señala el camino de una verdadera CONVERSIÓN: volver la mirada al Dios que nos ha creado, que nos ama y quiere que vivamos en paz y armonía como hermanos. La CONVERSIÓN es volver la mirada y el corazón HACIA DIOS Y HACIA NUESTROS HERMANOS.
En el trozo evangélico de hoy, vemos a Jesús dando misión de PROFETAS a sus apóstoles. Es interesante observar que estos profetas-misioneros no deben llevar nada más que su bastón. Si llevan la Palabra de Dios, todo lo demás es superfluo. Estos profetas del Nuevo Testamento no sólo llaman a la CONVERSIÓN de sus oyentes, sino que también han recibido el poder espiritual de expulsar demonios y SANAR enfermos ungiéndolos con aceite.
La segunda lectura bíblica de hoy es profunda y teológica; hay que leerla varias veces. De ella extraemos una idea muy importante: que en Jesucristo se lleva a cabo la plenitud de los designios de Dios. En otras palabras, TODO lo que Dios ha querido decirnos, lo dice a través de su Hijo Jesús; TODO lo que ha querido hacer por nosotros, lo hace a través de su Hijo Jesús. En Jesús reside TODO el poder de Dios. Así pues, cuando Jesús envía a sus misioneros, es Dios quien los envía con autoridad y poder.
En el trozo evangélico de hoy, es esto, precisamente, lo que les ha dado a sus apóstoles: Jesús les ha dado autoridad y poder. Por eso, teniendo esta autoridad y poder, no necesitan nada más… ¡Incluso, les dio poder de SANAR enfermos, ungiéndolos con aceite! Se trata de una SANACIÓN de los cuerpos, pero también hay una SANACIÓN de las almas, al expulsar a los malos espíritus, los demonios.
¿Tendrá esta misión que Jesús asigna a sus apóstoles algo que ver con el Sacramento de la Unción de los Enfermos?
Saquemos algunas conclusiones para nuestra vida actual. Si Dios se valió de profetas dándoles misión en el Antiguo Testamento y el Hijo de Dios siguió valiéndose de seres humanos para que hablaran y actuaran en su nombre hasta nuestros tiempos, pensemos un poco:
29 DE DICIEMBRE: SAGRADA FAMILIA
MODELO DE LA FAMILIA DE NAZARET
Ofrecemos la homilÃa que años atrás nos envió nuestro amigo Juan Vicente Catret SJ (QEPD)