Homilías
JESÚS VINO, VIENE Y VENDRÃ
¿A QUÉ VINO, A QUÉ VIENE Y A QUÉ VENDRà EL HIJO DE DIOS A LA TIERRA?
PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO 2023 Estamos a cuatro semanas de la Navidad. Volveremos a recordar el nacimiento de Jesús. Por ahora, estamos esperando.
¿A QUÉ VINO, A QUÉ VIENE Y A QUÉ VENDRÁ EL HIJO DE DIOS A LA TIERRA?
Este mundo bueno fue
si bien usásemos de él
como debemos,
porque, según nuestra fe,
es para ganar aquel
que atendemos;
y aun aquel Hijo de Dios,
para subirnos al cielo,
descendió
a nacer acá entre nos,
y a vivir en este suelo
do murió. (Jorge Manrique 1440-1479)
Hace más de quinientos años, ya nos lo decía el poeta, que el Hijo de Dios descendió (a la tierra) para nacer, vivir, morir en este suelo, para subirnos al cielo.
¿A qué vino, pues? ¡A rescatarnos! La palabra rescate nos parece fuerte porque supone que alguien está prisionero e impedido de estar en lo suyo y con los suyos. Es precisamente lo que nos sucedió a los seres humanos. Porque usamos mal la libertad que Dios nos dio, perdimos la libertad de los hijos de Dios. En eso consiste el pecado de la humanidad: alejarnos o cortar nuestro vínculo con el Creador.
Toda la Creación está en lo suyo: toda la Naturaleza funciona conforme a sus leyes. En esto consiste el orden del Cosmos. Nadie duda que la luna hace lo que le corresponde al girar en torno a la tierra. Nadie duda que la tierra hace lo que le corresponde al girar en torno al sol. Pero nos preguntamos:
“¿Por qué los humanos, diseñados para el Bien y la Felicidad, no hacemos lo que nos corresponde, optamos por el Mal y caemos en la Desgracia?”
Es justamente de este punto de Desgracia donde el Hijo de Dios quiere venir a rescatarnos
¡Linda tarea! Sacrificada (¡en qué problema se está metiendo!)… y, para colmo, tarea aún no terminada.
Todo el trozo del Profeta Isaías que nos ofrece la primera lectura de este primer domingo de Adviento, nos presenta al ser humano caído, sucio y prisionero, necesitado de rescate. En el salmo, el poeta le pide a Dios que lo restaure, que lo sostenga. Es la necesidad del hombre de todos los tiempos. Nos damos cuenta que estamos atrapados y queremos ser liberados.
Jesús VINO
La respuesta de Dios al clamor humano se hizo esperar, pero vino. Éste es el Misterio de la Encarnación, como lo dice el poeta Jorge Manrique: el Hijo de Dios vino a nacer, vivir y morir entre nosotros, para liberarnos de la trampa y llevarnos al lugar de la Felicidad verdadera, el cielo. El Misterio de la Encarnación se produjo en el tiempo y en el espacio hace más de dos mil años en el lugar que ahora se disputan entre palestinos e israelitas
¡Linda tarea! Sacrificada… y aún no terminada.
Han pasado veinte siglos y la tarea redentora de Jesucristo, el Hijo de Dios, no ha sido terminada. Sabemos que Jesucristo nació, creció, padeció, murió, resucitó y subió a los cielos, sin dejar terminada la tarea de rescate. Por eso, quiso continuarla y por eso quiso quedarse.
Fue decisión de Jesús: quedarse – misteriosamente – para los que quisieran voluntariamente entrar en su plan de rescate. Siempre respetando nuestra decisión libre, nos invita a reconocerlo en nuestros prójimos, en la comunidad de la Iglesia y en el misterioso Sacramento de la EUCARISTÍA.
Cuando Jesús nos dice “¿Me creen?” y yo, personalmente, le respondo “Sí, Señor, te creo”, Él nos replica “Aquí vengo, aquí estoy: en todos tus prójimos que te necesitan, en la Comunidad que se reúne en mi Nombre, en el Pan compartido de la Eucaristía”. “
Jesús VIENE. Cada uno de nosotros se pregunta con sinceridad: ¿Lo reconozco hoy? ¿Me dejo tocar por Él, por sus palabras, por sus consejos, por su amor? ¿Lo acojo en el Pan de Vida que es la Eucaristía? ¿Lo acojo en mis prójimos, principalmente los que más me necesitan? ¿Me doy cuenta que yo también puedo ser portador de Cristo para otros? ¿Qué he hecho para que sean más quienes se dejen rescatar por Jesús?
Jesús VENDRÁ
Se trata de una venida definitiva. Sabemos que nuestra vida terrenal, vivamos el número que sea de años, finalmente terminará. Se trata del momento definitorio y definitivo. Para algunos, sólo el pensar en la muerte los pone nerviosos. La mayoría, instintivamente nos cuidamos y protegemos, pero, querámoslo o no, vamos a morir. Ante esta certeza, lo más sano es aceptarla como una realidad y asumirla con naturalidad y con Fe.
Si en nuestra vida diaria nos hemos acostumbrado a recibir y acoger con amor al Hijo de Dios que se nos presenta en nuestros prójimos, en nuestra comunidad y en el Sacramento de la Eucaristía, entonces nuestro encuentro definitivo con el Hijo de Dios será gozoso.
“¡Estén preparados!” nos dice Jesús en el Evangelio de hoy. Si estoy preparado hoy para recibir al Hijo de Dios en mis prójimos y en la Eucaristía, sin duda estaré preparado para el día de mi muerte.
¡Creo en la vida eterna!
I.A.
29 DE DICIEMBRE: SAGRADA FAMILIA
MODELO DE LA FAMILIA DE NAZARET
Ofrecemos la homilÃa que años atrás nos envió nuestro amigo Juan Vicente Catret SJ (QEPD)