Homilías

16 DE FEBRERO: DOMINGO SEXTO DEL TIEMPO ORDINARIO

PROHIBIDO CONFORMARSE, desde Tokyo por el padre Juan Vicente Catret S.J.

La novedad de la posición que tomó Cristo respecto a la ley antigua (no abolición sino cumplimiento) podría resumirse en este dinamismo: - continuidad - ruptura - superación.

Jesús no anula “lo que se dijo a los antiguos” (su desacuerdo se refiere todo lo más a ciertas intervenciones desviadas). Sin embargo, introduce en ello un elemento de ruptura (“pero yo os digo”). Porque apunta al centro, recuperando la inspiración y la tensión originales, purificándolas de las adherencias abusivas que las sofocaban y paralizaban.

  Sobre la ley de Dios proyectaron los hombres sus esquemas, sus comentarios, sus formas y sus hábitos, que acabaron oscureciendo el proyecto original y sobre todo bloqueando su dinamismo.

  La ley quedó momificada, fija, inmóvil, a pesar de que se amplió sin medida. Jesús le devuelve el movimiento, la ligereza; revela sus posibilidades.

  La ley aprisionada en las formas, que ha alcanzado dimensiones desproporcionadas, es una ley de-formada, que no manifiesta ya las intenciones de Dios, el proyecto de su amor.

  Jesús la libera de esta escayola esclerotizante, de estas armaduras exteriores, hace que exploten sus contradicciones, pone de relieve su sentido, su alma, su lógica de fondo revela sus consecuencias, su riqueza y las posibilidades que encierra para el presente. En una palabra, le restituye el dinamismo que había quedado congelado. 

  Jesús pretende que sus discípulos practiquen una justicia “superior” a la de los escribas y fariseos. Esto no quiere decir que tengan que sentirse superiores, ni que haya que condenar en bloque aquella práctica.

  Simplemente, los discípulos no pueden “contentarse” con repetir ese modelo. Están llamados a hacer algo algo distinto. Para ello vige la regla de la superación, la ley de ir siempre más allá.

  Las antítesis formuladas por Jesús subrayan una apertura y una intensidad en el amor que tiene que caracterizar las relaciones con el prójimo, una pureza de intenciones, una fidelidad sin grietas ni vacilaciones, una falta de todo artificio (incluido el legalista) en los comportamientos y en el lenguaje.

  En una palabra: la caridad llevada a las últimas consecuencias, la interioridad, la transparencia.

  Tomás de Kempis (1300-1471) en su libro, Imitación de Cristo, II, 4 dice:
          Si tu ojo está claro, todo tu cuerpo está en la luz

  La simplicidad está en la intención y en la pureza del afecto. La simplicidad busca a Dios; la pureza lo encuentra y lo gusta. Ninguna obra buena te resultará difícil si estás interiormente libre de todo afecto desordenado.
  Si tu sólo quieres lo que Dios quiere y lo que es útil a tu prójimo, entonces gozarás de libertad interior.
  Si tu corazón es recto, toda criatura será como un espejo de vida y un libro lleno de santas instrucciones.
  No existe criatura tan insignificante y tan deleznable que no refleje de alguna manera la bondad de Dios.
  Si poseyeran suficiente inocencia y pureza, verías todo sin obstáculos. Un corazón puro penetra cielo y tierra.
  Cada uno juzga las cosas exteriores según lo que alberga en su corazón.
  Si hay alguna alegría en el mundo, la posee el corazón puro.

  La poetisa Cristina de Arteaga (1902-1984), religiosa jerónima, compuso esta poesía: 
                         Entrega total

  ¡Hazlo Tú todo en mi! Que yo me preste
a tu acción interior, pura y callada.
Hazlo Tú todo en mí, que, aunque me cueste,
me dejaré labrar sin decir nada.

  ¡Hazlo Tú todo en mí! Que yo me sienta
ser en mí dirección y disciplina.
Hazlo Tú todo en mí. Que estoy sedienta
de ser canal de tu virtud divina.

 


Música

29 DE DICIEMBRE: SAGRADA FAMILIA

MODELO DE LA FAMILIA DE NAZARET

Ofrecemos la homilía que años atrás nos envió nuestro amigo Juan Vicente Catret SJ (QEPD)