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Homilías

PASTOR ACOGEDOR

Domingo 21 de Julio de 2024 (15° P.A.)

Estudiando la historia, vemos que rara vez se da una verdadera paz, armonía y fraternidad. ¿No será que nos hace falta más fe en Jesús, el Buen Pastor, el Pastor Acogedor? ¿Podemos hacer algo nosotros para sembrar paz, amor y acogida?

PASTOR ACOGEDOR

            Quiero compartir con quien me lea o escuche una especial emoción que me provoca el trozo del Evangelio de hoy. Se trata de evocar el lugar donde acontece la escena. El texto bíblico nos habla de un “lugar tranquilo” o “paraje despoblado” o “apartado” o “solitario” o “desierto”. La tradición lo ubica a orillas del lago, unos tres kilómetros al poniente de la pequeña ciudad de Cafarnaúm. Recordemos que en Cafarnaúm estaba la casa de la familia de Pedro, donde se alojaba Jesús. También en Cafarnaúm vivía Leví o Mateo, el cobrador de impuestos. Allí Jesús obró varios milagros. No olvidemos que en la sinagoga de Cafarnaúm fue la predicación de Jesús sobre el “Pan de Vida”.

Volvamos al “lugar tranquilo” que había elegido Jesús para ir con los apóstoles a descansar de la intensa vida pública que estaban llevando. Vengan ustedes solos a un lugar tranquilo, para descansar un poco. Entre unos matorrales a orillas del lago de Genesaret, brota una pequeña vertiente de aguas termales que invitan a pasar gratos momentos de descanso. Jesús se había dado cuenta que los apóstoles estaban cansados de su trabajo “pastoral” y por eso los invitó a pasar un “día de campo”. Se trataba de un lugar ideal. Es, hasta el día de hoy, un LUGAR ACOGEDOR. Podemos imaginarnos que, antes de subirse a la barca de Pedro, se habrían preocupado de llevar algo de comer en este paseo. Y tomaron la barca y partieron remando tranquilamente a disfrutar su día de descanso.

 

Éste es el lugar exacto donde sucedió el episodio descrito. En tiempos de Jesús no existía ninguna construcción. Era un “lugar apartado de la ciudad”, a orillas del lago.

La gente los vio partir y seguramente les habría encantado ir ellos también. Querían estar con Jesús, compartir con Él y escucharlo. Y pensaron: “ya sabemos adónde van, vámonos caminando también nosotros”. Y así fue. Y llegaron antes a pie que Jesús en la barca. ¡Qué habrán pensado los apóstoles!: “¡Qué lata! ¡Se acabó nuestro paseo!”

¿Qué habrá pensado Jesús en esta eventualidad, al parecer, frustrante?

Sin duda pensó: “Quieren estar con nosotros… nos buscan… pongamos buena cara y atendámoslos”.

Jesús es PASTOR ACOGEDOR y “preocupado” por los demás. Se había “preocupado” del bienestar de sus apóstoles y ahora se “preocupa” de atender a la gente que lo busca y lo sigue. Se olvida de su descanso personal y también del de sus apóstoles porque la gente lo necesita.

El evangelista nos cuenta que después de la predicación, probablemente bastante larga, los apóstoles le recomiendan a Jesús que los envíe de vuelta a sus casas para que coman algo. La respuesta de Jesús a los apóstoles es desconcertante: “Denles ustedes de comer” … fue entonces cuando con cinco panes y dos peces, milagrosamente multiplicados, comieron cinco mil personas.

 

En este lugar, Jesús los hizo sentarse para hablarles. Después multiplicó los panes y peces para la multitud.

En este trozo evangélico está retratado Jesús como un Buen Pastor que se preocupa de lo pequeño, lo mediano y lo grande. Esta figura contrasta con la de los malos pastores que reprocha el profeta Jeremías en la primera lectura bíblica.

¿A qué malos pastores se está refiriendo Jeremías? Se está dirigiendo a los reyes y a los dirigentes, sacerdotes y falsos profetas. ¿Qué les reprocha? Que no han sido fieles a la alianza con el verdadero Dios, inclinándose a falsos dioses y realizando oscuros pactos políticos que han llevado como consecuencia que la nación se ha desintegrado y su pueblo ha quedado disperso en las naciones vecinas. Estos malos pastores contrastan con la antigua figura de David, que de simple pastor de ovejas en Belén llegó a ser el rey que unificó a las doce tribus de Israel, convirtiéndolo en una gran nación. Con estos malos pastores había sucedido todo lo contrario: Israel se había desintegrado y su gente se había dispersado por las naciones vecinas. Jeremías profetiza que un descendiente de David, “germen justo”, reinará como rey y será prudente, practicará la justicia y el derecho en el país. En sus días, Judá estará a salvo e Israel habitará seguro”.

En las palabras del salmo responsorial, atribuido a David, el rey-pastor, nosotros nos damos cuenta que el verdadero pastor es Dios, el Señor.

En la profecía de Jeremías que estábamos comentando, comprendemos que ésta llega a su cumplimiento en Jesús, el descendiente de David. Cuando leemos y rezamos o cantamos el salmo, sentimos que al decir “el Señor” estamos pensando que es Jesús. Jesús es el Señor. Jesús es el Pastor.

En la segunda lectura bíblica de hoy, San Pablo les escribe a los cristianos de Éfeso - y hoy nos lo dice a nosotros - que Jesús acoge y une a los que estaban lejos con los que están cerca. Lo que no supieron hacer los malos pastores del Antiguo Testamento, Jesús lo supo hacer para todos los tiempos.

Todos deseamos y buscamos la paz, el entendimiento entre pueblos y naciones, entre culturas y generaciones. Son deseos genuinos y sinceros. Ahora bien, nosotros, los seguidores de Jesús, el Buen Pastor, tenemos que convencernos que sólo en Él podemos encontrar la verdadera acogida, la verdadera paz, la verdadera unidad. Si estos ideales los buscamos por otro lado, llegaremos, con mucho esfuerzo, a ver algunas “sombras”, algunos “reflejos”, pero nada más ni sólido ni duradero.

¡Convirtámonos, pues! Volvamos nuestra mirada y encaminemos nuestros pasos a Jesús, el verdadero Pastor. Él nos acoge, Él nos une, Él nos guía. Él nos llevará a la armonía y la paz.

Reflexionemos:

  1. Estudiando la historia, vemos que rara vez se da una verdadera paz, armonía y fraternidad. ¿No será que nos hace falta más fe en Jesús, el Buen Pastor, el Pastor Acogedor?
  2. ¿Podemos hacer algo nosotros para sembrar paz, amor y acogida?

 

 


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Comentario a las lecturas bíblicas del domingo 23° del Año Litúrgico

“Todo lo ha hecho bienâ€, son las palabras del último párrafo que hemos escuchado en el Evangelio de hoy. El evangelista Marcos las pone en boca de la gente que, una y otra vez, son beneficiados por el poder y la compasión de Jesús.