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Homilías

MILAGROS OCULTOS por Juan Vicente Catret S.J.

15 DE MAYO - DOMINGO QUINTO DE PASCUA

El Evangelio de este domingo, de San Juan, aparte del mandamiento de Jesús “ámense unos a otros como yo los he amado†con un amor universal, aparte de la exhortación que nos hace San Pablo en los “Hechos de los Apóstoles†de “perseverar en la feâ€, el mismo San Juan, en la segunda lectura tomada del Apocalipsis también nos anima...

... con la promesa del cielo con preciosas palabras: “Esta es la morada de Dios con los hombres: acamparé entre ellos. Ellos serán su pueblo y Dios estará con ellos. Enjugará las lágrimas de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor. Porque el primer mundo ha pasado”.  
  Y el que estaba sentado en el trono dijo: “Ahora hago el universo nuevo” (Ap.21,4). Frases que yo recito en los “funerales”. 
  Pues bien, ese mundo nuevo, ese cielo prometido, creo que ha empezado ya con lo que llamo “milagros escondidos”. Y es porque Jesús los veía ya en esta tierra anticipadamente a fin de darnos esperanza en medio de tantas guerras como las de Ucrania y Rusia en estos últimos meses.  
 A pesar de esto, Jesús nos anima porque veía a su Padre en todas las cosas buenas que los hombres, usando muy mal del don de la libertad que Él nos ha otorgado a todos, no hemos destruido. 
  Jesús ya desde pequeño admiraba el milagro del pan y del vino. Sabía su historia: los minúsculos granos de trigo tirados en tierra, desaparecidos, muertos; la sorpresa del pequeño brote verde, tan tímido; el prodigo de la espiga, esbelta y frágil, que va amarilleando al sol; la abundancia contenida, apretada, de las docenas de pequeños granos, hijos renacidos del viejo grano muerto y enterrado; el molino implacable, que parece matar sin piedad a los granos indefensos; la harina, la flor de la harina, tan pura que podía presentarse como ofrenda al Señor y el milagro del pan en la Eucaristía. El Memorial del Misterio Pascual que nos da fuerzas para amar. 
  De entre todos esos “milagros ocultos”, Jesús recordaba siempre este último del “granito de trigo” cuando predijo su muerte y resurrección a los griegos que tenían curiosidad por saber quién era Jesús, y él les contestó con la comparación del “grano de trigo”. Era decirles que él era igual, que moriría, pero luego resucitaría para probar y animar a todos con la misma resurrección de entre los muertos. 
  Pero la condición para llegar a esa tierra prometida, a esa Jerusalén nueva que promete el Apocalipsis, la describe Santa Teresa de Calcuta con las siguientes palabras que tomo de su librito: Un camino de sencillez: 
  “Yo os digo siempre que el amor comienza en casa. Lo primero es vuestra familia y después vuestra ciudad. Es fácil pretender amar a los que están lejos, pero mucho menos más fácil es amar a los que viven con nosotros o muy cerca... Todo el mundo necesita ser amado. Cada uno de nosotros necesita saber que es alguien para los demás y que es de un valor inestimable a los ojos de Dios”. 

  Termino con un soneto de Pedro Casaldáriga. 

Ámame más, Señor, para quererte 
Búscame más, para mejor hallarte. 
Desasosiégame, por no buscarte, 
Desasosiégame, por retenerte. 

Pódame más, para más florecerte. 
Desnúdame para, no disfrazarte. 
Enséñame a coger, para esperarte. 
Mírame en todos, para en todos verte.
 
¡Por los que no han sabido sospecharte, por los que tienen miedo de encontrarte, por los que piensan que ya te han perdido

por todos los que esperas en la muerte, quiero cantarte, amor agradecido, 
porque siempre acabamos por vencerte! 
 
  j.v.c. 


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Comentario a las lecturas bíblicas del domingo 23° del Año Litúrgico

“Todo lo ha hecho bienâ€, son las palabras del último párrafo que hemos escuchado en el Evangelio de hoy. El evangelista Marcos las pone en boca de la gente que, una y otra vez, son beneficiados por el poder y la compasión de Jesús.